Tenía edad, hastío, agotamiento y dolor de sobra. Mi incapacidad perenne para tomarme en serio como trabajadora: aquél sí que era el dilema central en la existencia de una mujer.
Entendí lo que las feministas visionarias llevaban doscientos años entendiendo: que el poder sobre la vida propia sólo llega a través del control estable del pensamiento propio.
Una consideración fácil de expresar, pero la tarea de una vida.
En la amistad como en el amor, la paz es tan necesaria como la emoción.
Fue un período de exilio no por la incapacidad para conectar sino porque me vi incapaz de hablar de la incapacidad para conectar.
"La buena escritura se caracteriza por dos cosas: está viva en la página y el lector se convence de que el autor está en pleno viaje de descubrimiento."
La vergüenza te aísla. El aislamiento era humillante. La humillación no soporta pensar en ella. Empezamos a concentrarnos en no pensar.
Quería, en resumidas cuentas, narrar, no trasmitir; extenderme sobre el momento; moldearlo, lograr una forma.
En mi juventud Nueva York era segura, todo era o muy barato o gratis y, en el centro, ni gais, ni negros, ni mujeres. Ahora la ciudad es violenta, todo cuesta un riñón, y todos somos visibles.
Las aceras de Nueva York están llenas de gente que quiere escapar de la pena de cárcel que es la historia personal y busca la promesa de un destino sin definir.
(Fragmentos de "Mirarse de frente", de Vivian Gornick)
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