sábado, 11 de julio de 2020

Anagramas

Cada vez se convencía más de que era solo a través de los niños que uno podía volver a conectarse con algo, que en esta vida era solo a través de los niños que uno podía llegar a casa, volverse un hogar, dejar de ser un visitante.

Me daba cuenta de que la vida era demasiado corta como para ser capaz de superar ciertas cosas de forma absoluta y sincera, pero estaba claro que algunas personas estaban esforzándose más que otras.

Algo entre nosotras se había vuelto de repente pálido y gris, como un pequeño trozo de carne que no se saca de entre los dientes horas después de comer.

Si no podía ser estable y profunda, trataría, al menos, de ser amable.

Y luego, en agosto, tomó su auto y viajó sola hasta aquí, sintiéndose como un mapa vuelto a doblar en el sentido contrario a sus pliegues.

Sabía que los seres humanos nunca sueñan olores.

A veces, cualquier cosa aparte de los dibujos animados es demasiado real para mí.

Me fascina pensar que la gente pasa la mayor parte de su vida adaptándose a su nombre.

La diferencia entre un poeta y un no poeta es que un no poeta cree que recordará todo el día siguiente sin levantarse, encender la luz y escribirlo.

No se puede ser agradecido sin poseer un pasado. Esa es la razón por la que los niños son incapaces de sentir gratitud, y por la que las oraciones nocturnas y las plegarias antes de las comidas no tienen sentido para ellos.

Pero a los catorce años, yo había leído en una novela que si te acostabas con más de siete, te quedabas sin alma.

Cuando tu vida sea un caos, digo siempre, usa colores neutros.

Todo en la vida me parece un sueño extraño sobre perder cosas que, para empezar, nunca te pertenecieron. Un sueño sobre intentar encontrar tus anteojos cuando no puedes ver porque no tienes tus anteojos puestos. Eso me parece la vida.

(Fragmentos de "Anagramas", de Lorrie Moore)

2 comentarios:

S dijo...

voy a tomar una parte y seguir escribiendo el resto. Gracias y abrazos

Amarlatrama dijo...

Lorrie ♥️