Cuando dejé la crítica literaria semanal sentí muchas veces el placer de no leer algunos libros.
La ficción sólo triunfa cuando falla, cuando deja ver las huellas de la realidad.
Pero los libros que la gente quiere leer no son siempre los libros que uno quiere escribir. Y los mejores libros son los que no sabíamos que queríamos leer.
Un diario debe ser indiscreto, pensaba Borges.
Pero no tengo una letra, en realidad. Me pasa lo que le pasaba a Mario Levrero en El discurso vacío: "Letra grande, yo grande. Letra chica, yo chico. Letra linda, yo lindo." También me gusta esta advertencia de Sylvia Plath en una carta a su madre: "Si la letra me sale medio torcida sólo se debe a que esta noche he bebido demasiada sidra".
Por eso me gusta tanto este verso de Gonzalo Miillán: "El dolor se talla y se detalla".
A Armando Uribe le escuché esta cita de Thomas Mann: "Escritor es el que escribe con dificultad". Y, en un gracioso poema reciente, el propio Uribe dice: "Ya no estoy segura de nadie".
"La inminencia de una revelación que no se produce", dice Borges que es el arte.
La muerte admite bromas, los cadáveres no. Un cadáver es la muerte menos la broma.
Canetti: "Una frase sola es pura. La siguiente ya le está quitando algo".
(Fragmentos de "No leer", de Alejandro Zambra)
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