jueves, 9 de enero de 2014

La vida de Adèle


Soy de los que creen que uno se puede enamorar de cualquier persona si la observa el tiempo suficiente. Todos tenemos gestos, contradicciones y sutilezas irresistibles que nos hacen únicos a la mirada atenta y concentrada. Bastante de eso es el amor, la concentración en una persona única.

No es raro entonces que salgamos del cine enamorados de Adèle después de compartir tres horas y unos cuantos años de su vida con ella. Nada raro, menos siendo una actriz guapa de diecinueve años que media película está denuda y la otra mitad con la boca en flor, como a punto de dar un beso a cualquiera que se le acerque.

¿Pero quién atrae? ¿La actriz o el personaje? Las dos se llaman igual, tienen la misma edad, el mismo cuerpo. Seguro genera inquietud una chica tan joven que es capaz de protagonizar una película de tres horas centrada en sus sentimientos y con escenas de sexo explícito. ¿Sexo real? ¿Llanto real?

Adèle es de esas personas que se satisfacen con los instintos primarios: comer, dormir, bailar, coger. No necesita extravagancias, no se interesa en conversaciones filosóficas o artísticas, no busca realizarse de ninguna manera, ni procrearse. Como a los niños, le basta estar, darle a su cuerpo lo que pida y estar. Y así estamos con ella esas tres horas.

¿Pero qué cuenta “La vida de Adèle”? ¿Una historia de amor? ¿La iniciación de un personaje? ¿Un sentimiento? ¿Sería distinta la película si fuese una historia de amor heterosexual? ¿Serían distintas las escenas de sexo? ¿Y la película sin las escenas de sexo? ¿Cómo sería?

Está muy bien filmada, sí, pero no es la primera película contada en primeros planos. Me imagino al director, Abdellatif Kechiche, planeando esas escenas ideales de toda fantasía masculina entre dos chicas lindas de las que todo el mundo va a hablar, y después cómo rellenarlas, cómo justificarlas, un principio, un conflicto, un final.  

¿Por qué recomendar esta película? ¿Para enamorarse? ¿Para calentarse? No, quizás yo la estoy complicando y sea todo un poco más simple, algo parecido a lo que hizo Kechiche: la excusa perfecta para disfrutar del goce de esos cuerpos jóvenes y bellos y después salir de la sala oscura comentando la Palma de oro de Cannes.  

1 comentario:

Juan dijo...

me pasó algo muy similar al verla.
en fin... me quedo con Blue Valentine

(¿por qué esa frente a esta? no sé... por algo... ¿no?)