Al principio las cosas fueron difíciles. No tenía nada que contar, mi vida era absolutamente trivial. Me gustan mucho los primeros años de mi Diario justamente porque allí lucho con el vacío total. No pasaba nada, nunca pasa nada en realidad pero en aquel tiempo me preocupaba. Era muy ingenuo, estaba todo el tiempo buscando aventuras extraordinarias. Entonces empecé a robarle la experiencia a la gente conocida, las historias que yo me imaginaba que vivían cuando no estaban conmigo. Escribía muy bien en esa época, dicho sea de paso, mucho mejor que ahora. Tenía una convicción absoluta y el estilo no es otra cosa que la convicción absoluta de tener un estilo. Ya oirán ustedes los ritmos de la prosa de mi juventud. ¿Qué será de ellos en esta lengua que no es la mía? Confío en que al menos persistan la furia y la desesperación con las que fueron escritos.
(Fragmento de "Prisión perfecta", Ricardo Piglia)
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