miércoles, 22 de abril de 2009

Personajes familiares.

Ayer un amigo me mostró un cuento que había escrito. Estábamos en un bar y él se quedó hojeando una revista mientras yo lo leía. El cuento era sobre un hombre que iba un fin de semana a la estancia de unos amigos cincuentones venidos a menos que en vez de disfrutar del aire de campo se la pasaban todo el día hacinados en la casa escuchando radio y mirando series de televisión que ya habían visto varias veces.

Apenas terminé, le dije que el relato estaba muy bien logrado, que era gracioso y que al mismo tiempo transmitía un patetismo demoledor. La ironía con la que describía la tremenda desolación del protagonista entre esos personajes decadentes (que conocía de toda la vida pero con los que ya no compartía nada) era brillante. 

Pero cuanto más alababa yo su relato, la cara de mi amigo más crecía en pánico, estaba como ido, parecía que hubiese recibido un baldazo de críticas. “Bueno, tampoco es para tanto, son amigos de toda la vida, les gusta mucho la televisión pero son buena gente”. 

A partir de ahí empezó a embarullarse pensando en qué pasaría cuando se lo publicaran, hablaba de que no quería quilombos y se maquinó a tal punto que ya ni siquiera me escuchaba. De un tirón pidió la cuenta, pagó y me explicó que no podía, que era mejor mostrarles el cuento ahora, que ellos se iban a sentir muy lastimados, y se fue. 

Llegué a mi casa, todavía pensando en el cuento de mi amigo, y me puse a escribir. Recordaba el manuscrito, en hojas arrancadas de un cuaderno, llenas de tachaduras y lamparones de café. Me dio mucha ternura pensar en lo lejos que estaba de ser publicado y en que, en ese mismo momento, él estaría lavando culpas con sus personajes. 

Pero recién, justo antes de apretar el botón para publicar esto, me asaltó de repente un dilema parecido al de mi amigo: no vaya a ser que ahora él lea esto y se enoje conmigo.

3 comentarios:

BarbiSch dijo...

Jaja, genial!

Unknown dijo...

Es muy bueno el cuento de tu amigo. Creo noble que se preocupe, no cabe la menor duda que en menos de un años saca un libro y va a ser duro que sus dos amigos lo lean.

María dijo...

No tengo dudas de que mi amigo podría publicar un libro en año (de hecho ya publicó uno de poesías), podría hacerlo si deja de preocuparse por qué pensarán los demás y se pone a trabajar en sus cuentos.