Ayer fui a ver “Historias Extraordinarias” de Mariano Llinás. La película dura lo mismo que un viaje a Mar del Plata, en ómnibus. Empezamos a hacer la fila a las seis y diez y salimos del cine a las once y media de la noche. Mientras esperábamos para entrar, miré a los demás como a compañeros que se embarcaban conmigo en una excursión que nos consumiría la mitad del séptimo día.
Antes de hablar de la película quiero contarles la experiencia que implica verla. Para conseguir una entrada hay que ir con días de anticipación. Sólo la dan el domingo, en un horario. Esto es algo que no puedo entender (agradecería muchísimo que alguien me explique por qué el Malba no la programa por lo menos dos o tres veces por semana si se llena la sala, es algo que me inquieta muchísimo). Quizás es como cuando hay desabastecimiento y sólo te venden tres litros de leche, o algo así, se gastará la película.
La fila para entrar daba vueltas en viborita por toda la planta baja del museo. Aguirre, Martín y yo llegamos temprano, así que estábamos bastante a la cabeza del reptil. Atrás nuestro había tres viejitos con bastón, y por más de que les insistimos intentando convencerlos de que esperaran sentados que nosotros les reservábamos el lugar, ellos se negaron rotundamente diciendo que no estaban tan viejos como parecían. Se los notaba ansiosos por entrar y se rieron mucho cuando les dije que entonces nos cuidaran ellos el lugar a nosotros porque yo ya me había cansado de estar parada.
Fue un chiste y seguimos en la cola. Aguirre no hacía más que repetir la palabra “miniserie”, indignada porque Mariano Llinás le robaba cinco horas de su vida. Yo insistía con lo absurdo de que la dieran sólo un día y Martín leía el texto escrito por el mismo Llinás en el programa. Porque él escribió el guión, la dirigió, actuó (es X de la historia 1), escribió su propia reseña y parece que también, algunos domingos, dice algunas palabras en la sala. Nosotros no tuvimos la suerte de contar con la presencia de este superhombre.
Durante la larga espera distinguí a lo lejos a un amigo que hablaba con el guardia de seguridad. Con los brazos en jarra, miraba confundido la tremenda cantidad de gente, como cuando se llega tarde a un vuelo sobrevendido o cuando se espera mesa para comer sin estar seguro de querer esperar. A través de un resumido “dígalo con mímicas” le sugerí que viniese pero me retrucó con los dedos que eran tres, como diciendo que no sabía si era lo correcto. Aguirre y Martín empezaron a argumentar que no les parecía ético y algo de razón tenían. Por suerte la fila empezó a moverse y entramos antes de que se sumaran. Nos reímos mucho imaginando, como en una escena de Woody Allen, a mi amigo llegando con los otros dos y yo teniéndoles que explicar que se vuelvan para el fondo porque Aguirre y Martín no estaban de acuerdo con la colada.
Cuando al fin abrieron las puertas, la gente se atolondraba a la sala y hasta los viejitos corrían revoleando el bastón para llegar al mejor lugar. La película empezó, transcurrió la primera parte sin nada extraño para contar. Hasta que llegó el intervalo (tiene dos, está dividida en tres actos de una hora y veinte cada uno). El clima de picnic me dejó deslumbrada. Las señoras sacaban tuppers con sándwiches de miga o empanadas, la gente estiraba las piernas parada junto a sus asientos mirando al resto, igualito que en un avión. Las mujeres se metían en el baño de hombres para evitar la larga espera en el de ellas y comentaban escenas con desconocidos. Algunos vivos, que creyeron estar jugando al juego de la silla, aprovechaban para sentarse en un lugar mejor al que tenían. Parecía la típica relajación posterior al anuncio de que al fin podemos desabrocharnos los cinturones de seguridad. Aguirre no hacía más que repetir “miniserie” ,“miniserie”, yo soy la dueña de mi vida y a mí Llinás no me va a hacer esto, rezongaba.
Ahora hablemos de la película. Creo que tiene algo austeriano. Cuando digo austeriano me refiero a que hay ciertos temas y un tono que me recuerda a las historias de Paul Auster. Hombres que salen de sus vidas cotidianas para vivir la vida de otro, historias dentro de historias, pequeños personajes que surgen de la nada y se transforman en protagonistas de relatos que se bifurcan. Pero a no confundir austeriano con austero, nada más lejano para describir este relato barroco repleto de redundancias muy bien logradas. Me encantó la descripción del río, la poesía en la muerte del león, el caso de Lola Gallo, la relación de H con César y la frase que dice El Viejo: “La clave, muñeca, es estar preparado para perderlo todo”.
El que no estaba preparado para perder nada de nada es Llinás que, como un nene caprichoso, se empecinó en contar muy bien todo lo que quería, cosas que seguramente acumuló quién sabe por cuántos años. Quizás se pasó un poco y, como dice la voz en off hacia el final, la historia de los soldados ya es demasiado para el personaje de H y para cualquiera, porque a esa altura ya todos estábamos muertos de hambre y añorando bastante la palabra fin. (Igual rescato algo de esto como una provocación también bastante bien lograda.)
Porque forma es contenido. Y la película me recuerda a cuando viajaba en auto con mi mamá y le preguntaba mil veces, desde el asiento de atrás, cuánto faltaba. El viaje se me hacía eterno, pero igual me encantaba. Cuando llegábamos a destino me ponía triste, y lo mismo me pasó cuando finalmente la película se terminó con esa canción de marinero nostálgico. Mariano Llinás me llevó de viaje por las rutas argentinas, por pueblos desconocidos, con personajes silenciosos y contemplativos. Me sorprendió con sus historias que más que extraordinarias me resultaron encantadoras. Y, a pesar de que varias veces me pregunté a mí misma cuánto faltaría, valió mucho la pena el largo viaje.
3 comentarios:
Querida María,
me dejás intrigada, de todas formas no es por eso que paso a dejarte un comentario. Resulta que el domingo también yo me encontraba en el malba, pero para no para ver Historias Extraordinarias sino la funciòn anterior en la que proyectaban Aniceto. Si la viste, me gustaría un post, sino te la recomiendo.
No sé si son comunes los posts a pedido, tal vez no se estila, de todas formas hago el intento.
un beso!
MINISERIE
Siempre estoy por ir a ver esa peli pero la conjunción de domingo a la tarde más 4 horas de duración me tira para atrás. Voy a ver si hago caso a tu recomendación y supero mi rutina hogareña de los domingos. Concuerdo con la recomendación de Aniceto.
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