jueves, 4 de diciembre de 2008

La factura llega más tarde.

Estoy convencida de que cuando algo duro nos pasa por el cuerpo, psíquico o físico, tiene un efecto tardío. Es como una polaroid, la foto la tenemos en la mano tras el breve acto de disparar, pero recién comenzamos a ver la imagen con claridad después de unos minutos.

Cuando paramos de correr es cuando más transpiramos, y los músculos generalmente duelen al otro día. Si nos pasamos con el sol, la piel nos arde a la noche, y más después de bañarnos. Si comemos mucho, quién sabe qué día nos dejan de entrar esos mismos pantalones que usábamos mientras comíamos. Tras un golpe fuerte, salen atrasados los moretones, aparecen a veces cuando ya ni recordamos el golpe. 

Durante el transitar del momento difícil es como si el cuerpo no quisiese molestarnos, intenta ser lo menos alarmista posible y nos deja en paz haciéndonos creer que nos acompaña incondicionalmente. Pero con el tiempo aparece vengativo, porque está resentido y quiere demostrarnos que el daño no ha sido gratuito.

Lo que ha sufrido comienza a aparecer con nitidez a medida que avanzan los minutos. Lentamente, vamos descubriendo que no hemos encuadrado con equilibrio, que hay algo feo en el fondo o que teníamos los ojos cerrados. El cierre ya no cierra y no hay aloe vera que alcance. A veces el moretón es mucho más inesperado y grande de lo que prometía ese golpecito. Sentimos más tarde la verdadera dimensión de ese instante pasado. Y duele, duele mucho más después.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Duele todo lo que nos debia de haber dolido desde el principio. Tienes toda la razón. Y ni que hablar del amor.

Anónimo dijo...

¡Hola María! Primera vez que escribo en un blog, soy una lectora silenciosa. Este post, como el de la mirada perruna, me tocó muy de cerca pero por diferentes motivos. El otro me había emocionado al recordar a mi perra que vivió 17 años.
Pero este post me preocupó, incluso de manera literal. El domingo pasado amanecí con un moretón bastante grande y un dolor horrible en el brazo izquierdo. No recordaba ningún golpe.
Además de angustiarme por mi “escena Memento” y sentirme al mismo tiempo una tarada, tuve que soportar la reacción de cierta gente que me miraba como diciendo “¿¡qué habrás hecho, zorrita!?”. ¡Ojalá fuera por una noche lujuriosa! Siento que estoy pagando una factura, pero sin saber exactamente por qué. Motivos hay de sobra, pero me gustaría poder descontarlo de mi lista.
Sarna sin gusto pica, y bastante.

Besos, me encanta el blog (de verdad) y “nos hablamos”
Chechu M.

Vero dijo...

Acabo de entrar al blog y estoy fascinada. Gracias!! Por el cuento de Mairal y por esto... increible! Encontré en tu texto cosas a las que no podía ponerle palabras, solo el cuerpo. Ojalá me permitan evitar futuros moretones...