De más está escribir que el amor me obsesiona. Después de la otra noche y por cosas que me están pasando, no puedo dejar de pensar en eso y analizar parejas familiares y desconocidas.
No sé bien qué es el amor, cuánto dura, cómo dura y por qué no dura. Es una pregunta que seguramente no voy a poder contestar nunca, pero tampoco nunca me voy a cansar de preguntar qué es el amor.
Mi interés en el amor es enorme e inversamente proporcional a mi interés en el casamiento. Nunca pensé en casarme, ni en esos momentos en los que creía que tenía la respuesta a la pregunta mágica anterior.
El último número de “La mujer de mi vida” tiene en la tapa dos alianzas y un título algo facilista: MATRIMONIO (abajo) SI – NO. Algunas cosas que leí me dejaron pensando y relacionando el casamiento con el amor, dos conceptos que para mí son el día y la noche:
El matrimonio, en cambio, es un compromiso que se asume, cuando se quiere, por si se deja de querer. Está más ligado al desamor que al amor. (…) Un seguro que se emite en el mejor momento para que el peor momento no sea del todo brutal. (…) Por eso la institución matrimonial es un caso rarísimo: existe básicamente para cuando se está por disolver. (Ricardo Coler)El divorcio entre las nociones de amor y matrimonio ha sido liberador. Para todos aquellos que no quieren casarse pero también para aquellos que decidimos decir sí, acepto en presencia de un juez dispéptico y de la comunidad de nuestras relaciones. En este tiempo, la única razón valedera para firmar un acta de matrimonio, arrojar ramos al aire y cortar una torta a cuatro manos es el amor que dos personas se profesan. No ha habido mejor tiempo para casarse que el presente, cuando la probabilidad de dar ese salto por motivos erróneos se ha reducido a cero. (…) Me casé con la certeza de estar practicando un gesto íntimo e invisible, pronunciando un conjuro que me curaría del dolor que me había reducido a la condición de tullido afectivo. Fue como si una parte mía, la parte que había logrado pasar por encima de las alambradas, me abriese la puerta desde el otro lado, diciéndome: “Ya está. Lo logramos. Salí de ahí de una buena vez, ¡pero no vuelvas a arruinarlo todo!”. (…) El matrimonio fue el salto al vacío que necesité para animarme a amar como se debe. (Marcelo Figueras)Si el “Sí, quiero” dado a la ley de cualquier país medianamente civilizado, o a cualquiera de las religiones que tratan de bendecir y de influir en la unión en matrimonio de dos personas, pudiera impedir la traición, el abandono y la mediocridad espiritual, física y mental a la cual se condenan habitualmente las parejas, entonces podría decir (igual que muchos) con más facilidad y sin tantas palabras, que el matrimonio vale la pena. (Pablo Ramos)Resulta curioso pero el matrimonio es un contrato en el que las partes no ponen las cláusulas. Un contrato que la mayoría suscribe sin mirar la letra chica. (Eugenia Zicavo)
(Fragmentos de "La mujer de mi vida", número otoño 2010)
1 comentario:
Comparto el desarraigo al contrato.
El amor se siente, se vive, se llora, se olvida; pero no se firma... es una mera garantía material.
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