viernes, 23 de octubre de 2020

Un cine sustentable

Estudié cine en una de las mejores escuelas argentinas. Me siento privilegiada y agradecida de haber podido formarme en una institución pública de ese nivel. Allí empezó mi amor por el cine, no antes, fue en esas aulas, por las mañanas, y en la Sala Lugones, por las tardes, donde me fasciné por Favio, Jane Campion, Cassavetes, Kieślowski, entre muchos otros. No tengo dudas: aunque algunas de las películas que vi y estudié en ese entonces jamás volví a verlas, esas obras forman parte de quien soy. Esas experiencias se impregnaron en mí tanto como lo vivido y pertenecen a ese conjunto de emociones que conforman “mis recuerdos”. 

Hace poco leí que una directora argentina, a quien desde aquellos años tempranos admiro mucho, dijo: "La cinematografía no tiene que relacionarse con la cinefilia. Tiene que relacionarse con el mundo". Y habló de lo innecesario de ver películas para poder hacerlas. Está claro que ver películas no es condición esencial para hacerlas, como leer tampoco es condición sine qua non para escribir, o ver obras de arte para pintar, o escuchar música para componer o cantar. Nuestra vida y lo que nos rodea puede ser suficiente, incluso la imaginación alcanzaría. 

¿Pero dónde está la diferencia entre las películas y la vida? ¿Por qué alguien preferiría privarse de la expansión de las experiencias a través de las películas para quedarse únicamente con lo que lo rodea, con el mundo próximo? ¿Acaso no lloramos igual, con las mismas lágrimas, con una película que nos emociona que cuando estamos tristes? Separar las películas del mundo sería como separar los sueños de la vida real. 

Vuelvo a la escuela de cine. Recuerdo las clases sentada en un pupitre igual que el del colegio. Admirando historias, imágenes, diálogos. Sin embargo hay una sensación de aquellos tiempos que también permanece, la de que esas películas eran algo lejano, eran muy difíciles de hacer y demandaban años, dinero, contactos, habilidades sociales y laborales extremas. Yo no tenía lo suficiente. 

Pasaron años. Trabajé en “la industria”, en películas “grandes”, hechas como me habían enseñado en la escuela. Y cada vez las películas me parecían algo más difícil y más inalcanzable, una especie de monstruo de oro hecho de mil cabezas y ojos de piedras preciosas inconseguibles. Así, con cierto desilusionado espanto, me iba alejando cada vez más de ese sueño de hacer una película. Para ser sincera, lo deseché por completo y me arrepentí de no haberme volcado a la literatura donde sólo se necesitan palabras.

Pasaron más años. Para terminar con cualquier tipo de sueño de aquella estudiante que fui, me divorcié del cine para casarme con un amante rico y liviano, sin exigencias: la publicidad. Con la publicidad navegué los bajos fondos de mi persona. Me conformé con el pan nuestro de cada día y cancelé mi ilusión de relacionarme con el cine de alguna otra forma que no fuese como espectadora. Porque seguía viendo muchas películas. Si tengo que resumir esos años se trataron de trabajar como una desquiciada e ir al cine. 

En momentos pesimistas pienso ese tiempo como perdido. En otros, menos autodestructivos, esos años de crisis existencial fueron necesarios. Nada de lo que hice después podría haber encontrado su forma sin todo ese vacío. 

Leí en un libro de Olga Tokarczuk: “Qué bella palabra, “revelación”. Al usarla ya no tenemos que dar más explicaciones.” Así que voy a usar “revelación” para expresar lo que sentí cuando empecé a nadar hacia la superficie. 

Un día (hasta las revelaciones más complejas suceden en un día cualquiera) me vi capaz de hacer una película. Sentí qué podía. Así, sin más explicaciones. Quizás, como dijo la directora, había empezado a relacionarme de una manera más honesta y directa con el mundo que me rodeaba. Y decidí agarrar una cámara y filmar. 

Según la escuela de cine y los profesionales, yo estaba haciendo todo mal. Pero de repente ese monstruo brillante que nunca iba a poder hacer se transformó en una mariposa que me resultaba fácil perseguir. ¿Qué pasaba por mi mente mientras filmaba el mundo de una manera “casera”? ¿Éramos sólo ese mundo y yo o estaban conmigo los primeros planos de las películas de Bergman, la sensibilidad de Agnès Varda, de los hermanos Maysles, de Errol Morris, los movimientos de cámara de Cassavetes? ¿Éramos ese mundo y yo o estaban conmigo los libros de Henry Miller, de Hebe Uhart, de Proust, de Selva Almada? Todo eso estaba conmigo mientras sostenía una cámara frente al mundo, así como también mis abuelas, mis tías, mis escritos de la infancia, “las canciones que mi madre me enseñó”, los gritos de las maestras, el mar, Jerry Lewis, los ositos cariñosos y my little pony. Todo eso se movía conmigo. No era sólo una observación del mundo, había mucho más. 

Otra cosa que leí hace poco, de Cesar Aira: "Lo difícil es escribir, no escribir bien. En los talleres se puede aprender a escribir bien, pero no a escribir. Para escribir bien hay recetas, consejos, un aprendizaje. Escribir, en cambio, es una decisión de vida, que se realiza con todos los actos de la vida". 

Tengo en el cajón tres proyectos escritos que son monstruos brillantes. Ya fueron ignorados por productores y rechazados en fondos de desarrollo. Por momentos incluso son rechazados por mí misma. Vuelvo a sentir que no puedo, que no soy suficiente, que no tengo lo que hay que tener para hacer una película “como la gente”. Están ahí, los guiones escritos como me enseñaron en la escuela, como aquellos en los que desglosé extras y vestuario. Realizarlos costaría millones, llevaría años, sudor y lágrimas. No me resigno, nunca digas nunca. 

Busco en el diccionario virtual la definición de sustentable: “Que se puede sustentar o defender con razones.” “Que es compatible con los recursos de que dispone una región, una sociedad, etc.” Y me parece el término perfecto para definir el tipo de cine que hago “mientras tanto”. Quizás para mí el cine es aquello que me va sucediendo cuando estoy ocupada haciendo otros planes.

1 comentario:

Gaviota dijo...

No conozco muchas cosas de este mundo maravilloso del cine. Mientras sueño con hacer una pelicula estoy escribiendo el guion hasta que sea filmable sin distanciarse tanto de esa primera imagen. Te mando un abrazo que aunque sea desconocido es sincero.