miércoles, 1 de abril de 2020

Lejos y mudos

Por razones de leve gravedad, hasta ayer estuve varios días acompañando a alguien internado en una clínica. En una habitación vacía frente a la nuestra, los trabajadores del sanatorio hacían pruebas con tres respiradores colocándoselos a torsos de maniquíes desnudos y calvos. Las enfermeras y el personal de otras áreas, que formaban fila en el pasillo para ser entrenados, susurraban y se chistaban unos a otros para callarse cuando me veían venir. A algunos les brillaban los ojos de miedo.
Con mucha culpa y malestar, deseaba salir de ahí lo antes posible. Al despedirnos, una enfermera nos dijo que ojalá no pasase lo que decían que iba a pasar, no por ella si no por su familia. Se preparaba para lo peor. Se me encogió el corazón, nosotros nos íbamos a meter en nuestra casa y ella se quedaba ahí, a ayudar a otros, a salvarlos. Pero no había mucho que pudiésemos hacer. La mejor manera de colaborar era intentar no tener que volver a que ella nos atendiese.
Después de estos días en la clínica, el encierro que nos toca a todos no me parece tan grave. Hoy tuve que ir a la farmacia. Mientras esperaba en la calle, junto a dos personas, llegó una señora y sugirió que hiciésemos la fila pegados a la pared hacia el otro lado, así los transeúntes no tenían que pasar tan cerca. Una mujer la miró mal y obedeció sin ganas. Un hombre la ignoró y siguió atento a su teléfono sin moverse un centímetro. Al parecer, el miedo al virus también nos deja mudos. Fui la única que le respondió hablando: “claro, tiene razón, muchas gracias”.
Será que nos cuesta relacionarnos y el diálogo se nos dificulta cada vez más. Si alguien te dice "mantengamos la distancia" quizás no es una orden, quizás te está cuidando. Cada vez nos cuesta más hablar y cualquier palabra hacia el otro es entendida como una invasión al espacio personal. El espacio público pasó a ser la pantalla y cualquier intercambio en la vida real parece inoportuno, fuera de lugar, “¿por qué me habla esta persona desconocida? ¿Quién se cree que es para decirme algo a mi?”.
Leo que comparan estas advertencias con periodos nefastos de nuestro pasado. Llegué a leer a gente describiendo como “fascistas” a aquellos que señalan acciones de riesgo. Me cuesta entender que confundan períodos históricos y mezclen ideológicamente todo. Entiendo que hay excepciones y actitudes desmedidas, pero a mí en general ese compromiso con la situación me habla de una conciencia social.
En este momento, aquellos que no respetan la ley y las indicaciones de nuestro gobierno son los que están atentando contra los derechos de todos. Cuidarnos unos a otros es lo que nos toca hoy. Ver a alguien poner en riesgo a muchísima gente y no hacer nada, para los que quieren comparar, sería lo mismo que decir “no sabía lo que estaba pasando” o "no pensé que era tan grave". Es imperdonable que las circunstancias funcionen como excusa para avanzar sobre las personas, pero el intercambio entre dos seres humanos no tiene nada que ver con eso. Tenemos que tener el derecho de hablarnos y el deber de escucharnos.
Lo personal y lo público se integran hoy de la manera más compleja. Dependemos de los otros al mismo tiempo que les tenemos miedo. Nuestras propias manos son nuestra mayor amenaza. Acariciar puede matarnos. La distancia nos salva y sólo podemos estar cerca de nuestros seres queridos a través de un dispositivo electrónico. Nos vamos metiendo cada vez más en una pantalla y da mucho miedo que de ahí ya no podamos salir nunca más.
En la fila de la farmacia, me acuerdo de la enfermera que nos despidió en la clínica y vuelvo a mirar a la gente que me rodea. Durante este poco tiempo relativamente cerca de otros seres humanos quiero verlos, saber cómo están, cuidarlos si no se dieron cuenta de que, por inercia, hay un mínimo riesgo. A eso algunos lo llaman “ser policía”. Yo lo siento como generosidad y agradezco cuando me avisan que sin querer me acerqué mucho a la caja para pagar, como también agradezco cuando me avisan que tengo un moco o que me quedó lechuga en un diente. Agradezco que no miren para otro lado.

2 comentarios:

erika molina dijo...

Volviste.

María dijo...

Hola Erika, digamos que estoy intentado volver.
Y escribir este blog me hace bien ;)
Gracias por comentar. Fuerza en este momento.