jueves, 14 de diciembre de 2017

Gato negro

Todas las mañanas, en mis caminatas por el Parque del Retiro, se me cruza por enfrente un gato negro. No es una forma de decir. Cada mañana, un gato negro atraviesa el camino dos o tres metros por delante de mí. Lo hace sin dudarlo, como si fuese su única misión en esta vida: cruzar el camino antes de que yo pase.

Los primeros días me preocupé y vislumbré toda clase de catástrofes y malos tragos. Parece que los gatos negros se ganaron la fama de traer mala suerte en el siglo XIV, época en la que se creía que eran la causa de la peste y los mataban en masacres colectivas. Pero en realidad, la peste la traían los ratones. En esa época, también se pensaba que en los gatos negros reencarnaban las brujas, y se los asoció desde entonces con la brujería y la maldad.

Pero el tiempo pasa, meses, y a pesar de que todas las mañana el gato negro vuelve a cruzarse por mi camino, de la misma manera, las cosas parecen ir cada vez mejor. Hoy traté de atraparlo con mi cámara en el acto del cruce pero él huyó demasiado rápido. Espero no haberlo espantado para siempre.


No hay comentarios: