martes, 2 de agosto de 2016

DIARIO DE HAMBURGO -1

Empiezo a escribir en el aeropuerto. Me pregunto si toda la tensión que conlleva un viaje no tiene que ver con los objetos personales. La gente se abraza a sus bolsos como si fuesen salvavidas, como si fuesen hijos. “Vigile sus objetos personales” advierten los altoparlantes. Dice “vigile” y la gente abraza sus bolsos aún más fuerte. Miro todas esas valijas y me intriga qué tendrán tan importante. Pienso en la mía. Me molestaría perder la caja de lápices negros, no se consigue tan fácil. No mucho ms. ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽cho mno se consigue tan fia. intriga que tendros asonales. La gente se abraza a sus bolsos como si fuese un salvavidasás, esta computadora en la que escribo, eso sí, y el teléfono. Algo de dinero y el pasaporte. A esas cosas sí me aferro como todos, las tengo vigiladas, como a un gato que hay que llevar atado.
Hasta cuándo vamos a seguir usando el boarding pass en papel, ¿cuánto le quedará a esa tarjetita que cada vez se hace más fina? Están retrocediendo a la época del fax las tarjetas de embarque. Cuando llegás a destino ya apenas se leen, se van borrando en el aire, duran un suspiro.
En este viaje voy a cumplir cuarenta años. Mi único deseo para este cumpleaños es perder el miedo. O por lo menos gran parte, no sé si podré perder el miedo por completo, o será mucho pedir.  Perder una parte del miedo, ese es mi deseo. A menor miedo mayor libertad. Estaría pidiendo al mismo tiempo ser un poco más libre, y más valiente. Son todas cosas que vienen juntas no es que pida mucho. Perder algo de miedo nada más, y así seré un poco más libre y más valiente. Pido perder, no quiero ganar nada, no quiero regalos materiales. Este año seguiré yendo a pérdida. Mi deseo es perder, ser menos, sacarme algo de encima. No pido ser más flaca, ni más linda, ni más creativa, ni más nada. Creo que si todo se queda como está pero pierdo un poco de miedo con eso basta para que las cosas mejoren en general. Quizás necesitaría un poco más de paciencia pero también me parece una consecuencia de perder algo de miedo. El miedo genera ansiedad y confusión. Sin tanto miedo sabré esperar, tendré más calma para aguantar lo que venga.
El miedo es un límite, si pierdo un poco el límite las cosas se expanderán solas. Mi objetivo de este año es perder. Ahora llaman a embarcar y tengo que guardar mis preciados objetos, agarrarlos fuerte y asegurarme de no perderlos de vista.  

Fui a un mercado a almorzar. Cuesta hablar con la gente, muchos no hablan inglés y se dificulta entender hasta lo más mínimo. El señor que me vendió las frutas cuando le quise decir gracias entendió que se quede con el vuelto, eran dos euros, fue un momento un poco incómodo. Había puestos específicos de las cosas más insólitas, un puesto entero de cepillos de todo tipo, un puesto de papas, de cuchillos, de tarjetas artesanales. Verdaderos especialistas.

Más tarde fui a correr al lago. Quedé tan shockeada por la calidad de vida de la gente que no sé si pueda escribir. Parecen sacados del “gettyimages”, una postal de esas perfectas en donde el sol da justo en el canto de metal de una bicicleta de diseño para iluminar a la pareja que lee libros tirada en el pasto junto a ella. Todo así, de película. Pero yo nunca lo vi esto ni en una película alemana. Es más, las películas alemanas que recuerdo son más bien oscuras y grises, gente curtida por la vida. Esto es otra cosa, de verdad no sabía que este tipo de vida existía, se ve que está en la otra cara de la moneda, imposible de imaginar ni de ver.

Por ahora prefiero las fotos de los vendedores del mercado.

















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