viernes, 7 de junio de 2013

¿Dos por uno?

Hoy le regalé a T. un equipo de ping pong. Tenemos una mesa de madera que no llega a ser tan grande como la profesional pero casi. Apenas llegué, él abrió el paquete y armamos la red. Nos pusimos a pelotear, después por-el-sa-que y se armó torneo. Pasamos toda la mañana jugando, no podíamos parar. Cuando juguemos en una mesa de verdad, la pelota va a entrar siempre.

Después fui a hacer un trámite y pasé por la cartelera de teatro de la avenida Corrientes. A veces entro y saco entradas para obras de algún director que conozco o con algún título que me gusta. Fechas y disponibilidad hacen de filtro. Generalmente salgo contenta, me gusta la certeza de tener la entrada en la mano, implica presencia asegurada, como un mini contrato entre el teatro y yo.

En el local de la cartelera sonaba música clásica de la computadora. La mujer delante mío, de unos cincuenta años, preguntó a la vendedora por un unipersonal que yo no conocía. Tenemos ese espectáculo, informó la chica simpática y acordaron día y precio. Todo iba bien, la mujer había conseguido las entradas, la chica concretaba una nueva venta y yo esperaba tranquila para preguntar por las tres o cuatro obras que me interesaban.

El ruido exagerado de la impresora fue un presagio. Cuando las dos entradas se materializaron, la chica le informó a la mujer que eran cien pesos. Pero quiero una sola, corrigió la clienta. La chica se paralizó y pronunció una eme eterna sosteniendo en alto las entradas, parecía un árbitro que saca tarjeta. Algo se había trabado en el aire. Mmmmmmmuna entrada no le puedo vender, sólo de a dos, la simpatía que trató de mantener era inaplicable.

¿Dos? Yo soy sola, ¿qué hago con la otra? A la mujer le cambió la cara. La chica volvió a poner la boca en forma de eme pero no emitió sonido, negó con la cabeza y fue bajando las entradas que había sostenido en alto como mostrándole un caramelo a un niño al que no dejan comer dulces. La mujer giró y me miró avergonzada, no sé si por no tener el coraje de defenderse o por estar sola. Yo no supe qué decir y ella se fue.

Salí del lugar triste. Podría haber acompañado a esa mujer al teatro. Me imaginé que nos encontrábamos en la puerta antes de la función, sin otro tema en común que aquella tarde que le dejó bien claro lo difícil que es estar sola, lo caro que cuesta. Yo ocupando el lugar del amor que no tenía, de las hermanas ausentes, los padres muertos, las amigas que no llamaban. Pensé en el mundo ridículo, diagramado con planes familiares, habitaciones dobles, promociones y descuentos para parejas, el maldito dos por uno.

Se hizo de noche y Corrientes floreció. Caminé a la parada del colectivo algo apurada, ya eran las nueve y T. me esperaba para cenar. El paso rápido y el frío me despejaron. Recordé el ping pong improvisado y las risas de la mañana. De una disquería, como una ola, se acercó y se alejó un tango: Tres esperanzas tuve en mi vida, dos eran blancas y una punzó... Una mi madre, vieja y vencida, otra la gente, y otra un amor…

2 comentarios:

Rob K dijo...

Me ha gustado cómo lo contás.

María dijo...

Muchas gracias, Rob K!