Ahora llegaba a la editorial con puntualidad (daba cuenta de mi desayuno y listo, sin motivo para el remoloneo), pero con cierto decaimiento y más desgana, es sorprendente lo mal que nuestras rutinas aceptan las variaciones, hasta las que son para bien, esta no lo era. Me daba más pereza enfrentarme a mis tareas, ver inflarse a mi jefe y recibir las pesadísimas llamadas o visitas de los escritores, lo cual, no se sabía por qué, había acabado por convertirse en uno de mis cometidos, quizá porque tendía a hacerles más caso que mis compañeros, que directamente los rehuían, sobre todo a los más engreídos y exigentes, por un lado, y por otro a los más pelmas y desorientados, a los que vivían solos, a los desastrosos, a los que coqueteaban inverosímilmente, a los que marcaban nuestro teléfono para empezar la jornada y comunicarle a alguien que aún existían, valiéndose de cualquier pretexto. Son gente rara, la mayoría. Se levantan de la misma forma que se acostaron, pensando en sus cosas imaginarias que sin embargo les ocupan tanto tiempo. Los que viven de la literatura y sus aledaños y por lo tanto carecen de empleo -y ya van siendo unos cuantos, en este negocio hay dinero, en contra de lo que se proclama, principalmente para los editores y distribuidores- no se mueven de sus casas y lo único que tienen que hacer es volver al ordenador o a la máquina -todavía hay algún pirado que sigue utilizando esta última y al que después hay que escanearle los textos, cuando los entrega- con incomprensible autodisciplina: hay que ser un poco anormal para ponerse a trabajar en algo sin que nadie se lo mande a uno.
miércoles, 21 de marzo de 2012
Javier Marías sobre los escritores:
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Lo escribe tan bien
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2 comentarios:
=)
Manuel estaba en lo correcto. En una de sus clases recientemente nos pregunto por que estudiábamos literatura. Ninguna respuesta lo convenció. Al final nos dijo: "porque son diferentes a los demás... Por eso están aquí". Yo le creí. Somos personas raras, "medio locas" que vamos caminando por allí.
Un gusto leer tus post después del silencio.
-Erika M.
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