jueves, 25 de marzo de 2010

Free Play

Ya saben que estoy dispuesta a todo para poder escribir. Eso implica dejar de lado mis prejuicios y entregarme a cualquier cosa que me pueda ayudar aunque sea una milésima de milímetro. Por eso leí “Free play”, un libro sobre la improvisación que todavía no sé si cumplió con la pequeñísima dosis de ayuda que prometía. Supongo que sí y por eso les transcribo estos fragmentos, y también para ahorrarles tiempo y todo el resto.
Sólo aprendemos haciendo. Hay una diferencia gigantesca entre los proyectos que imaginamos realizar o planeamos hacer y los que realmente llevamos a cabo. Es como la diferencia entre un romance fantaseado y uno en que realmente nos encontramos con otro ser humano con todas sus complejidades.

Una vez Brahms señaló que la medida de un artista es la cantidad de material que descarta.

El poeta-sacerdote vietnamita budista Thich Nhat Hanh inventó una interesante meditación telefónica. El ruido de la campanilla del teléfono y el instinto semiautomático de saltar a atenderlo parecen lo opuesto a la meditación. El timbrazo y la reacción exponen la esencia del carácter entrecortado, nervioso, de la forma en que se vive el tiempo en nuestro mundo. Thich propone usar el primer timbrazo como ayudamemoria, en medio de cualquier cosa que estemos haciendo, un llamado de atención, un ayudamemoria de la respiración, y del propio centro. Y usar el segundo y tercer timbrazo para respirar y sonreír. Si el que llama quiere comunicarse, esperará al cuarto timbrazo, cuando uno está listo para atender.

Una de las grandes trampas en momentos de bloqueo es que podemos acusarnos de un déficit de concentración y centralización, un déficit de disciplina. Entonces adoptamos una actitud paternalista o militarista hacia nosotros mismos. Nos obligaremos a trabajar, cumpliremos con un programa, haremos promesas. La trampa más peligrosa es entrar en una competencia de fuerzas entre “el poder de la voluntad” y “el poder contrario de la voluntad”. La disciplina es crucial, pero no la lograremos poniéndonos rígidos. La disciplina se logra quedándose quieto y penetrando en el vacío interior, haciéndose amigo de ese vacío más bien que su adversario o el espantapájaros que lo asusta.

Cuando enfrentamos nuestro vacío y lo miramos desde afuera, por cierto puede parecer temible o alarmante; pero cuando entramos en él y realmente nos vaciamos, nos sorprende sentirnos de pronto más poderosos y efectivos. Porque sólo si estamos vacíos, sin entretenimientos ni diálogo interno que nos distraiga, podremos responder instantáneamente a la imagen, al sonido, a la sensación del trabajo que tenemos frente a nosotros.

Todo el tiempo venimos diciendo que la improvisación en la vida y en el arte significa un incesante fluir, momento a momento, experimentando y creando cada instante a medida que llega; pero también es cierto lo contrario. Es igualmente importante dar un paso atrás en el tiempo y contemplar nuestra vida y nuestro arte en perspectiva, de modo de abarcar grandes cantidades de espacio y tiempo.

William James decía que aprendemos a nadar en invierno y a patinar sobre hielo en verano. Aprendemos aquello en lo que no nos concentramos, la parte que fue ejercitada y entrenada en el pasado pero que ahora está abandonada. No hacer es a veces más productivo que hacer.

Walt Whitman hablaba del valor de la holgazanería.

Sentimos, con cierta excitación y trepitación, que estamos en algo, aunque todavía no sabemos muy bien en qué.

(Fragmentos de "Free Play", Stephen Nachmanovitch)

5 comentarios:

mara dijo...

me gustó el párrafo de los momentos de bloqueo. Cuando escribo porque quiero, porque me gusta (alguna narrativita, por ejemplo), me es más fácil salir. Pero esta semana, que tengo que entregar tres ensayos filosóficos de tres mil palabras cada uno, el bloqueo se convierte en horas pelotudeando hasta que me ataca la inspiración de nuevo. Me resulta imposible ponerme a escribir esas longitudinarias páginas si no tengo una idea "trigger". Y lo peor es que esta vez me empecé a maquinar con que no llegaba a la cantidad de palabras. Al final lo que me sirvió fue decir "bueno, voy a ir escribiendo lo que pienso, después veo cuántas palabras tengo".
Aunque para mi también hay algo en eso de tener que cerrar un ciclo. Esto que digo son ensayos finales, y me cuestan mucho más, es asombroso. Durante la cursada, por ahí sacaba 2500 palabras de un tirón en cuatro horas o cinco.
A veces siento que estoy condenada por una inquebrantable voluntad, inclinación a escribir, que se apodera de mi como una fuerza mayor y me obliga a hacerlo aún cuando no sé si quiero, a pesar de ser mi pasión. Hacete cargo de tus pasiones, nena. Y si, no sé, algo de eso.

María dijo...

Es así Mara, parece que desear hacer algo tiene que ver con el inconciente y, paradójicamente, implica hacer cosas que no queremos, esfuerzos, precios que pagamos... Hay algo que manda, y no se sabe de dónde viene...

Anónimo dijo...

Me re ayudo ese libro, tanto en mid anza, como en algunas cositas de escribir, gracias por comentarlo =)

los pies desnudos dijo...

Pido permiso porque copie alunos fragmentos para mi blog, espero no ofender sino serán borrados

María dijo...

Permiso totalmente concedido pies desnudos, saludos.