Lucía y el sexo

Es difícil contar bien anécdotas de otros, o por lo menos a mí me cuesta bastante. Pero ante la negativa de mi hermana Lucía a “escribirlo por mí” no me queda otra.

Lucía volvía de La Matanza, de hacer unas entrevistas para una investigación. Estaba sentada de espaldas al chofer, en esos colectivos nuevos que tienen asientos enfrentados no aptos para “mareables”. Al lado de ella, había un senegalés “divino, y yo pensaba qué bueno sería comerme un senegalés como ese”, palabras textuales de mi hermana.

Mientras Lucía miraba esos labios carnosos, se le sentó enfrente un tipo que le pareció raro. El hombre le empezó a hacer gestos con la boca y ella supo de entrada que era un depravado. Trató de esquivarlo mirando por la ventana y, como se interponía entre ella y el paisaje, al lindo senegalés.

Pero después de unos minutos, parece que el tipo raro empezó a tocarse. No paraba de mirarla con los labios pintados de baba y se acariciaba adentro del pantalón sin ningún reparo. Los que la conocen a Lucía saben que lo que sigue a continuación no exagera ni un poco:

Lucía

(Gritando indignada en frente de todos.)

¡Pajero de mierda! ¡Asqueroso inmundo! ¡Dejá de tocarte pajero hijo de puta! ¡Te voy a matar! (Repito, palabras textuales de mi hermanita.)

Pajero

(Sacándose la mano del pantalón, con la agresividad descontrolada de alguien que ha sido descubierto.)

¡Fea de mierda! ¿Quién se va a tocar con vos? ¡Loca! ¡Fea! ¡Gorda de mierda!

Lucía

(Sin que se le mueva un pelo: es linda, flaca y muy segura de sí misma.)

¡Pajero de mierda! ¡Callate inmundo! ¡Sos un asqueroso hijo de re mil putas! ¡Pajero! ¡Pajero! ¡Pajero! ¡Mil veces pajero!

Pajero

(Alejándose hacia el asiento de la punta y cubriéndose con su capucha avergonzado.)

¡Andá gorda fea…! Loca… (Murmuraba estas cosas mientras escondía cada vez más la cabeza.)

Mi hermana se fue calmando. Algunos en el colectivo soltaron risas, pero nadie dijo nada. A ella no le costó mucho recuperar la compostura y volvió a lo que estaba haciendo antes de que el pajero la interrumpiese: al senegalés.

Lucía

(Aprovechando la excusa y haciéndose la coqueta.)

Vos lo viste, ¿no?

El senegalés no tuvo tiempo de hablar, sólo llegó a mirarla confundido. Desde el fondo se empezaron a escuchar los gritos. Hecho una fiera, el pajero se descapuchó y se paró acusando a mi hermana con su dedo mugroso como si fuese una asesina.

Pajero

¡Vos sos la pajera, pendeja! ¡Estás caliente con el senegalés! ¡Vos sos la pajera de mierda! (Y siguió gritándole pajera pajera te lo querés coger pajera hasta que se aburrió.)

Lucía sintió como se volvía colorada. A diferencia del senegalés (que ni se movió) y experto en el tema, el pajero inmundo lo había captado todo. Mi hermana esperó unos minutos y se cambió de asiento. Por suerte le faltaban pocas paradas.