Cuando era chiquita pensaba que al semáforo lo manejaba un ratoncito. Con los bancos, hasta hace poco, me pasaba algo parecido, pensaba que eran una especie de edificio-computadora que hacía todo automáticamente.
Estoy haciendo un documental sobre la historia de un banco y ayer con Chloé, mi productora francesa, caminamos los cinco kilómetros necesarios para recorrer toda la casa central de Plaza de Mayo. Yo sacaba fotos sin parar y ella anotaba los nombres, sectores y chismes. Nos llevó seis horas.
Cuando entramos al tesoro quedé impactada. Es en un subsuelo y hay un gran porcentaje de empleados sordomudos que se dedican a contar la plata que fue depositada durante el día. Se cuenta a mano y después con dos máquinas enormes que detectan billetes falsos, parece que esas máquinas son infalibles.
No sé cuánta plata había, porque a mí no me parecía plata. Me saqué una foto con un millón de dólares en las manos y vi que cincuenta millones de pesos entran en dos estantes como los del ropero de mi casa.
Salí del banco drogada por ese olor, que es horrible. Cuando pagué el taxi, los billetes me parecieron unos pobres papelitos perdidos y manoseados. Creo que mi percepción de la plata quedó trastocada para siempre. Como cuando uno dice muchas veces una misma palabra y pierde todo su significado. Desde ayer, no entiendo qué es eso que llaman dinero.
2 comentarios:
¿Vos decís que si organizo un tour al tesoro de un banco, lograré que ciertas personas pierdan esa imagen de poder que le otorgan a los billetes?
Si es así, ya comienzo a planificarlo...
un beso!
Lau.
Hola Ger,
La sensación de que es sólo papel. Saludos!
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