viernes, 17 de julio de 2009

Hemingway sobre escribir:

Cuando trabajo en un libro o en un relato escribo cada mañana, en cuanto hay luz. A esa hora nadie molesta y está fresco o frío, y uno se pone a trabajar y se caldea a medida que escribe. Uno lee lo que ha escrito, y como siempre se interrumpe cuando se sabe qué es lo que va a ocurrir a continuación, uno sigue a partir de ese punto. Uno escribe hasta llegar a un lugar en el que todavía le queda resto y sabe lo que ocurrirá, y allí uno se interrumpe y trata de vivir hasta el día siguiente para volver a seguir con eso. Uno ha empezado, digamos, a las seis de la mañana, y puede seguir hasta el mediodía o dejar antes. Cuando uno se detiene está vacío, y al mismo tiempo no vacío sino llenándose, como cuando se ha hecho el amor con alguien a quien se ama. Nada puede dañarlo, nada puede ocurrir, nada significa nada hasta el día siguiente, cuando uno vuelve al trabajo. Lo difícil es esperar hasta el día siguiente.
(“Confesiones de Escritores”, reportajes de El Paris Review)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

María,
aportando al tópico que nos convoca,comparto unas palabras de Barthes.
besos!
Laura


Diez razones para escribir
Roland Barthes
1969

No siendo escribir una normativa ni científica, no puedo decir por qué ni para qué se escribe. Solamente puedo enumerar las razones por las cuales creo que escribo:
por una necesidad de placer que, como es sabido, guarda relación con el encanto erótico;
porque la escritura descentra el habla, el individuo, la persona, realiza un trabajo cuyo origen es indiscernible;
para poner en práctica un “don”, satisfacer una actividad distintiva, producir una diferencia;
para ser reconocido, gratificado, amado, discutido, confirmado;
para cumplir cometidos ideológicos o contra-ideológicos;
para obedecer las órdenes terminantes de una tipología secreta, de una distribución combatiente, de una evaluación permanente;
para satisfacer a amigos e irritar a enemigos;
para contribuir a agrietar el sistema simbólico de nuestra sociedad;
para producir sentidos nuevos, es decir, fuerzas nuevas, apoderarse de las cosas de una manera nueva, socavar y cambiar la subyugación de los sentidos;
finalmente, y tal como resulta de la multiplicidad y la contradicción deliberadas de estas razones, para desbaratar la idea, el ídolo, el fetiche de la Determinación única de la Causa (causalidad y “causa noble”), y acreditar así el valor superior de una actividad pluralista, sin causalidad, finalidad ni generalidad, como lo es el texto mismo.

Lucrecia dijo...

tu psicologa una capa...jaja
(yo tb soy psicologa)

Lucrecia dijo...

me confundi!!
(quise comentar "Chirolita" te habras dado cuenta...)