Y eso todavía no era nada. Que en ese momento le estaban sucediendo cosas que sólo más tarde le irían realmente a doler mucho: cuando ella volviera a su tamaño corriente, el cuerpo anestesiado estaría despertándose, latiendo, y ella iba a pagar por las comilonas y los vinos.
(Fragmento del cuento "Devaneo y embriaguez de una muchacha", en "Lazos de familia" de Clarice Lispector)
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