domingo, 26 de abril de 2020

El peso del mundo en cuarentena I

Desde que sé que el mosquito del dengue vuela bajo le tengo menos miedo.

Jamás pensé que un mismo plato podía lavarse tantas veces.

Otra gente compra papel higiénico, yo me aseguro de tener todas las baterías cargadas.

Desde que empezó la cuarentena, hay vecinos que arman un rompecabezas gigante en la mesa del comedor. Cada uno pierde el tiempo como puede.

Espero que no relacionemos las películas y el encierro. El cine es todo lo contrario.

Noticias del mundo por todos lados. Enfrente una pantalla o la ventana.

Me basta el olor a espiral para sentirme en el campo.

Estoy esperando a que termine la cuarentena para empezar a ordenar la casa. 

La posibilidad de comunicarme con la mayoría de la gente. Todos parecen estar disponibles.

Hoy apareció otra mujer en el balcón de una vecina que siempre había estado sola. Se sentaron al sol a dos metros de distancia. No sabemos si es la hermana o se multiplicó la señora.

Veo caer las hojas amarillas como si fuera nieve. Hace frío adentro.

Ruido de vecinos. El del cuarto piso, que parecía otro tipo de persona, un abogado, grita con sus niños que quiere ¡Nutella!

Hacer ejercicios aeróbicos en la misma habitación donde me paso el día sentada y pensando.

Ya no sé si no salgo porque no se puede o porque no quiero. Siempre la misma duda entre querer y poder.

¿Seré capaz de volver a la vida de antes? No sé quién soy.

Con los días, hay vecinos que van desapareciendo. Como si sus balcones se los tragasen, cajones que se cierran de noche y cuando se vuelven a abrir están vacíos.

Pasé todo un día en pijama, me bañé y me lo volví a poner antes de meterme en la cama. 
T. me preguntó si iba a dormir vestida.

Ya no se puede llamar "leer" a ver por encima las noticias.

No hay comentarios: