sábado, 16 de diciembre de 2017

Tiempos de Swing

Las zapatillas de ballet también servían para moderno. ¿Qué era "moderno"? Eso no lo había preguntado. Podía hacerse pasar por madre preocupada, pero nunca, jamás, por ignorante.

Las de Tracey, que estaba a mi lado, con el pie izquierdo en la mano de su madre, tenían ambas cosas, satén de un rosa muy vivo y cintas, y además llevaba un tutú completo, una posibilidad que a nadie más se le había ocurrido siquiera, como tampoco se les habría pasado por la cabeza ir a una primera clase de natación con traje de buceo.

Cantar me salía de dentro con naturalidad, pero las cosas que a las mujeres les salen con naturalidad no impresionaban a mi madre en absoluto. Para ella era como sentirse orgullosa de respirar o caminar o parir. Nuestras madres nos daban estabilidad, un punto de apoyo. Poníamos una mano en sus hombros, colocábamos un pie en sus rodillas dobladas. 

¿Qué queremos de nuestras madres cuando somos niños? Sumisión absoluta.
Ah, es muy bonito y racional y respetable decir que una mujer tiene todo el derecho a elegir su vida, sus ambiciones, sus necesidades y demás: es lo que siempre he reivindicado para mí misma. Pero de niña, no; la verdad es que es una guerra de desgaste, la racionalidad no interviene ni por asomo, lo único que quieres de tu madre es que de una vez por todas reconozca que es tu madre y nada más que tu madre y que deje de librar cualquier otra batalla. Debe deponer las armas y acudir a ti. Y si no lo hace, entonces hay una guerra en serio, y mi madre y yo estábamos en guerra.

(Fragmentos de "Tiempos de Swing", de Zadie Smith)


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