No experimentaba placer, sino apenas la extraña satisfacción de estar haciendo lo que estaba predestinada a hacer. Mi mente repasaba bobadas sin importancia. Pensé: "Así que ya está; he aquí el secreto que tanto temía y anhelaba...". El perfume, los suspiros, los sostenes morados, los bigudíes antes de acostarme, las ginebras con tónica, los collares: todo para esto. La excitación en aumento de su cuerpo me tenía cautivada, era como el vaivén del mar, igual que las palabras de amor que me susurraba. Leves jadeos y besos, besos y cortos gemidos con los que fue cubriendo mi cuerpo hasta que al final alcanzó el climax dentro de mí y me colmó con su amor.
(Fragmento de "La chica de ojos verdes", de Edna O´Brien)
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