viernes, 4 de septiembre de 2015

Así escribe Lorrie Moore (II):


Cuando llegó la cuenta, ella la ignoró, como si fuera una mosca que había aterrizado y pronto volvería a marcharse. Así que eso era el feminismo. Ira sacó su tarjeta de crédito de empleado estatal y la camarera llegó y se la llevó. Existían, le habían dicho, cuatro frases de siete palabras que por lo general señalaban el final de una relación. Una era "Creo que deberíamos ver a otras personas". (que siempre significaba otra frase de siete palabras: "Ya me estoy acostando con otra persona".) La segunda frase de siete palabras era, supuestamente: "A lo mejor puedes dejar la propina". La tercera era: "¿Ya has vuelto a olvidarte la cartera?". La cuarta, la más letal de las frases letales, era: "¡Ay, yo también he olvidado la cartera!".

Los hijos sin madre siempre se encontraban. Lo había oído una vez. Tenían la tristeza que no era tristeza pero que otros interpretaban como tal. Tenían la tristeza que gustaba de compañía y que era compañía. Sólo a veces sentían los hechos de sus vidas sin madres. Tenían sintonías incubadas en una tradición espiritual. No se acariciaban los dorados rincones de la memoria. El mundo era su orfanato.

Ahora ella se levantaba y sacaba al perro para su paseo diario. Llevaba un viejo vestido de verano como camisón, pero por la mañana podía hacer de vestido, si te echabas una chaqueta por encima y te ponías zapatos. De esa forma arriesgada, lo sabía, podía instalarse la locura.

Quizá todo el mundo tenía su manera de prepararse para morir. La vida se encargaba de que estuvieras listo. La vida te ponía triste. Y luego la sangre empezaba a llegar de donde antes no llegaba. La gente recordaba la muerte de los demás, se preparaba para encontrarlos en el más allá. KC imaginaba que morir sería algo lleno de lástima: como pasar las páginas de un catálogo de liquidación, viendo las drásticas bajadas del valor de cosas por las que pagaste el precio completo y que no te habían resultado tan útiles, cuando todo estaba hecho y dicho. Aunque nunca estaba todo dicho y hecho. Esa era la otra parte de la muerte.


(Fragmentos de los relatos en "Gracias por la compañía", de Lorrie Moore)

1 comentario:

Anónimo dijo...

que perro más raro