lunes, 8 de junio de 2015

Carta a un ladrón

A quien pertenezca hoy mi bolso:

Me dirijo a usted a fin de comunicarle las consecuencias, emocionales y materiales, del acto que ha cometido usted esta mañana en el desayuno del hotel Market, en la ciudad de Barcelona. Calculo que esto último lo sabe mejor que nadie, pero nunca sobra aclarar tiempo y espacio de los acontecimientos. 

El episodio, motivo de esta carta, ocurrió cuando quien le escribe se levantó a buscar otro café y “descuidó” su bolso (en palabras del mismísimo conserje del hotel, aunque usted no lo crea). Según otro huésped, una norteamericana raramente solidaria y única testigo, usted vestía una camiseta amarilla y, junto con un compañero difuso, su propia sombra tal vez, la empujaron para despejar la puerta e ingresar en el establecimiento, que todos creímos privado, a retirar ese pequeño bolso: una mochila negra con mis objetos personales, ¿o ya debería decir sus objetos personales? ¿Cuán personales eran esos objetos que de manera tan sencilla ya no me pertenecen? Queda advertido: hoy de usted, mañana de otro.

Reconozco el sentimiento que predomina en todo esto, y es la envidia. Sí, envidia pura y dura. Y no por aquellas cosas perdidas, si no por aquel instante, esos segundos, el preciso momento en el que seguramente usted se detuvo, todavía jadeando después de correr a un lugar seguro, con el bolso en las manos y abrir el broche de metal, deslizar las cintas de cuero ecológico y meter la mano. Prefiero creer esto y no que dio vuelta “mi mochila” como un saco de patatas. “Mi mochila”, (hago un paréntesis), no sé si aplicaría llamarla de esa manera ya que ese bolso lo compré provisoriamente hace dos días, en la esquina del hotel a tan sólo doce euros, en una tienda llamada Misako cuya relación precio-calidad le recomiendo, es muy, muy barata a decir verdad.

Volviendo a la envidia, el punto es ese momento en el que usted abrió el bolso, como un niño una caja de sorpresas, una lotería. ¿Qué habrá sido lo primero que sacó? ¿Los anteojos negros? Buen comienzo: Rayban originales, regalo de cumpleaños de mi novio, hace un par de años. Resulta increíble que me hayan acompañado hasta el día de hoy, ¿sabe la cantidad de veces que he vuelto a tiendas y bares a recuperarlos? ¿la cantidad de veces que di por perdidos aquellos anteojos? Pero no, siempre estaban ahí, esperándome. De no haber sido por usted, tal vez hubiésemos pasado juntos el resto de mi vida. ¿Cómo los hubiese llevado dentro de veinte años? ¿Sería hora de cambiar de modelo?

¿Y lo segundo que sacó? ¿Fue el libro “Gente adinerada”? Le pido por favor que no confunda  ni prejuzgue, aunque lo parezca por título y portada, no es una novela rosa barata. Es de Joyce Carol Oates. Leo cosas de ella con frecuencia, escribió como ochenta libros. Sí, entiendo que le llame la atención el que nos incumbe. Lo compré en una librería de usados de Granada y lo llevo conmigo hace más de una semana sin avanzar demasiado. Cuando un libro no me interesa es capaz de trabarme la lectura por meses. Así soy, terca. Pensé en dejarlo así que me ha dado usted la excusa perfecta. Ya me compré el último libro de Michel Houellebecq, que deseaba hace meses: “Sumisión”. En este punto, literalmente, me ha hecho usted un pequeño favor. Gracias. Y aprovecho también para agradecerle la suavidad con la que obró, como un hombre invisible, como si al bolso lo hubiese borrado una especie de Photoshop vital. 

Siguiendo con la caja de Pandora, ¿lo siguiente qué fue? ¿El pequeño spray de agua termal? ¿La barra de cacao para labios? ¿El lápiz negro con el que subrayo fragmentos de libros para después transcribirlos a este blog? ¿La lapicera sin la cual no salgo? ¿El mapa en donde remarqué el Museo Picasso y el sitio recomendado para comer “El Romesco”? Le parecerán pequeñeces o porquerías, pero no lo son. 

El teléfono. Haciendo cuentas ese iphone 4 del 2011 tal vez sea lo único, ¿verdad? Menudo botín. Tiene sus mañas, se lo advierto, pero mejora con el tiempo. Cuando lo heredé de mi novio apenas funcionaba. Me llevó meses confiar en él, créame. Pero usted confíe porque todavía funciona y muy bien. ¿A que estoy guapa en las últimas fotos? Yo misma estoy sorprendida de lo bien que he salido. Si tiene usted un momento, ¿le molestaría enviármelas? Puede hacerlo desde mi propia casilla de correos, a la que podrá acceder sin problemas, la cuenta está abierta. Cuestión de seleccionarlas y tocar el ícono sobre, usted sabrá hacerlo mejor que yo. 

¿Qué más? Ah, sí, claro. La frutilla del postre: la billetera. La tan ansiada y manoseada billetera. Me recuerda ahora, todo esto, a un juego de mamushkas, ¿no le parece? Porque la billetera es un mundo aparte. Pues déjeme decirle que en este caso el mundo consta de un anotador mínimo, lleno de ideas y dibujos; mi DNI argentino, cuarenta euros y el ART TICKET que compré para poder ir a todos los museos. Ahora usted tiene la posibilidad de ir a los cuatro que faltaban, espero los disfrute tanto como lo hubiese hecho yo. De corazón se lo digo.

Habiendo dejado por escrito todo lo que de mí tiene y sabe, podrá hacerse una idea de quién soy, lo que me gusta y lo que me acompaña. Ojalá pudiese tener el privilegio de conocerlo a usted de la misma manera, descubrirlo de a poco y por detalles, leer sus correos electrónicos, desde cartas de amor a comunicaciones laborales, sus ideas y pensamientos más íntimos, esos que sólo se atreve a escribir porque le dan vergüenza, o esas ideas para las películas que quizás haga en un futuro, mirar cada uno de los diálogos que ha mantenido últimamente con sus amigos, chistes estúpidos, qué sintió hace un par de días que lo hizo llorar, qué le preocupa. Le juro que me encantaría y sería muy útil para mi trabajo, ya habrá deducido que me dedico a contar historias de una forma u otra. 

Hubiese sido una linda historia, se lo aseguro, la suya, la de su bolso, con sus cosas personales, la foto de su hija sonriendo, el llavero que le regaló su padre, su registro de conducir vencido, ese diálogo subido de tono que mantuvo con una mujer ayer por la noche, incluso alguna foto, de ella desnuda, o de usted mismo. Sí, si lo de hoy hubiese sido al revés, hubiese sido una buena historia.

Así me despido, de usted y de las cosas antes mencionadas, para siempre. Que la vida le acerque aquello que desee y algo más, todo lo que le faltó encontrar en ese pequeño bolso.

Saludos cordiales,
María

8 comentarios:

querés melón? dijo...

Lamento el episodio, pero no la lectura de tu personal punto de vista.

María dijo...

Hola queréis melón?
Gracias por el apoyo moral, sí, una "putada" como dicen acá. Pero las "putadas" inspiran.
Saludos y gracias!

Dolores dijo...

Sabía del teléfono per no de toda la caja de pandora! Qué embole, lamento muchísimo el episodio, se va un pedazo de vos en ese momento de tu vida pero da lugar a delinear una nuevo. Me alegro que haya sido inspirador y no sólo una complicación!

Mercedes Ruiz Acevedo dijo...

Qué lindo!!!! Te extraño!

María dijo...

Gracias, Dolores! Muchos besos!

María dijo...

Meche! Yo también te extraño! "Hablemos" por favor! Muchos besos

Nahuel dijo...

Que cosa que a los escritores los hagan las desdichas...acaso existirá el escritor que no hable de su angustia, su ira y su dolor? Lo raro es que cuando algo tragico le pasa al escritor, inconscientemente luego de terminar el texto le termina agradeciendo a eso, que ya no es mas un hecho sino ya es texto y quedo, de alguna forma, fuera de uno.

María dijo...

Hola nahue, depende un poco de cada uno pero es verdad que a mí la angustia me inspira más que la lluvia, jaja.
Saludos y gracias!