miércoles, 22 de octubre de 2014

Los diarios de Abelardo Castillo

No consigo recordar hechos, apenas imágenes esfumadas, sensaciones. Acaso se deba a que nunca estoy en el lugar en donde se encuentra mi cuerpo. No me siento ahí.

"Creedme que todo depende de esto: haber tenido, una vez en la vida, una primavera sagrada que colme el corazón de tanta luz que baste para transfigurar todos los días venideros." (Rilke)

Más de dos meses sin ningún apunte. Siento como si me hubiera gastado. He escrito mucho, gran cantidad de cartas, algunas muy largas. Ahora el aturdimiento, una lasitud física completa, una perpetua sensación de cansancio y ese peso en la frente. Ganas de dormir a cualquier hora. El autoanálisis ya no me tienta. Me aburre. Los resultados son siempre desfavorables.

Fábula:
   Después del Pecado Original, Dios caviló profundamente hasta encontrar un castigo digno de la ingratitud del hombre. Trabajarás, dijo por fin, y al sonido de su voz poderosa se sacudieron los planetas y temblaron las estrellas. Seguramente fue por eso que Adán no escuchó aquellas otras palabras agregadas en tono algo más bajo: en vano.

Escribir todo lo que se me ocurre y nada de lo que ocurre.

Mi letra ha vuelto a cambiar hace unos días.

No sólo desconozco muchas cosas sino cosas tan elementales como la resolución de una raíz cuadrada (en realidad no me preocupa esto), o el año en que estalló la revolución francesa o la rusa. El siglo de la francesa. Nunca aprenderé dónde está Croacia, eso es natural, pero tampoco dónde está Venezuela.

Revoluciones, guerrillas, asesinatos, casamientos de príncipes, partos trascendentales. Yo no leo los diarios. Hoy le dije a Carreiras: "No los entiendo". El se rio, pero no sabía que digo la verdad.
Este estado es típico de la adolescencia, pero a mí me ha durado más de lo conveniente.

Lo difícil es conocer cuando una palabra decora y estorba.

La vida suele ser menos asqueante de lo que yo creo. Sólo que eso también ocurre afuera. Yo no intervengo, ¿cuánto tiempo hace?, en los fenómenos del mundo. Mi alma está carcomida por la falta de voluntad.

Escribir como si todos aquellos escritores a quienes debo algo me estuvieran mirando, y conformarlos a todos con mi propia literatura.

Anoche cometí el error de defender, por orgullo, una posición que no es la mía. Debo evitar estas contradicciones. Ser auténtico es ser.

Lo importante es estar convencido. El arte es un modo del fanatismo.

Se necesita mucho talento para NO ser original; para tratar temas que no sean "originales". Ejemplo: Shakespeare.

Mi soledad, o mejor, mi falta de compromisos -aunque monstruosa si se analiza fríamente- es lo único que me da el suficiente dominio sobre mí mismo, como para pensar en escribir.

Vengarse es, por definición, volver.

Gran limpieza de papeles. Tiré a la basura una cantidad de cosas totalmente inútiles; esto siempre me ha hecho sentir feliz, limpio.

Una manía que se me ha dado: apoya la lapicera en una regla mientras escribo. No sé por qué no me gusta eso. Es como si significara algo -profundo y desagradable-, como si fuera la medida de una oculta inestabilidad. No lo hago, sin embargo, para mantener la dirección de los renglones, sino para poder escribir con mayor libertad: los trazos son como lanzados al aire, libremente, por mi mano -no ahora, por ejemplo, que escribo sin apoyo- y, al llegar a la regla, topan con el obstáculo, como si rebotaran, se proyectaran otra vez hacia arriba, solos, y no tengo necesidad de esforzarme por "dibujar" las palabras. No obstante, he decidido escribir sin utilizar la regla.

Bueno, qué ocurre cuando el principal problema del ser humano es haber perdido su lapicera. Debo escribir que la mitad de mi vida se me ha ido en conquistar mujeres y la otra mitad en buscar lapiceras u objetos perdidos.

El único instrumento de venganza contra ciertos críticos es seguir escribiendo, anonadarlos a libros, despreciarlos infinitamente.

Leer a Borges siempre me instiga a escribir; es, creo, el escritor que más me hace amar la literatura, el acto de crear, y, al mismo tiempo, uno de los pocos que me remiten a la actividad expectante -pasiva- de la lectura feliz.

Hay hombres buenos y malos, sentencia el esquema moral más arcaico y banal. Muy bien, olvidémonos por ahora de los malos. El resto, carguemos con nuestra responsabilidad.
(Desarrollar bien esto.)

Domingo (?) a las nueve de la mañana. No he dormido. ¿Qué estuve haciendo? Nada. Vale decir, una cantidad de cosas sin importancia, o mejor, de actos maníacos (arreglar cintas de casetes, cambiar de sitio algunos libros, limpiar ceniceros) en los que pongo una pasión fanática. Desarmar estufas, hacer una conexión para el tocadiscos, sacar punta a los veinte o treinta lápices que tengo por todas partes, limpiar la máquina de escribir me lleva las tres cuartas partes de mi vida.

Empezó la primavera. El calor me hace escribir. Espero que sea cierto.

5 comentarios:

dvadell dijo...

¡Gracias María! Esta entrada también me gustó mucho. Me alegra pensar que aunque sea comparto algo con este escritorazo, esos perídos de pequeño aturdimiento constante.

Un beso grande,
-- Diego

Rob K dijo...

Los acabo de empezar a leer, voy por la página 40. Fascinantes, aunque para nada me gustaría "padecer" la escritura como AC.

María dijo...

Hola Diego,

Me alegro mucho de que te haya gustado!


Rob K, yo creo que lo que se padece no es la escritura. Lo que se padece es el estilo de vida. Levantarse a la mañana con el día por delante y la lucha contra uno mismo, nadie te dice qué es lo que tenés que hacer, nadie te mira, ni te indica, nadie te guía, nadie espera nada de vos. Y cada día te defraudás un poco, y los días van pasando y recién se percibe un avance muy a largo plazo. Escribir no creo que sea lo duro, lo duro es la vida del escritor, del artista en general.

Saludos para ambos y gracias por aparecer!

Betina Z dijo...

Leí Israfel hace muchos años, y tengo en mi biblioteca Las maquinarias de la noche, virgen.
AC es un autor al que quiero leer, pero- no sé por qué- nunca le/me llega el momento.
¿Me pasará lo mismo con los diarios?... (acabo de ver una entrevista que le hizo Eugenia Zicavo en Libroteca).
Tus citas dan ganas de seguir y seguir leyendo.

Saludos, María.

María dijo...

Hola Betina,
Creo que, de tan lúcido, es un escritor difícil.

Leí "crónica de un iniciado" y muchos de sus cuentos hace años, ahora quisiera retomar, y sé también que me llevará un tiempo volver a abrir alguno de sus libros.

Pero los diarios son mucho más cercanos, más dóciles, por decirlo de alguna manera.

Te los recomiendo,

Saludos y gracias!