viernes, 6 de junio de 2014

Mis documentos

Le pregunté cuál era la diferencia entre un poema y un cuento. Estábamos en la piscina, echados al sol, en plena fotosíntesis, como él decía. Me miró con ademanes pedagógicos y me dijo que un poema era todo lo contrario que un cuento -los cuentos son fomes, la poesía es locura, la poesía es salvaje, la poesía es un torrente de sentimientos extremos, dijo, o algo así. Es difícil, en este punto, no ponerse a inventar, no dejarse llevar por el aroma del recuerdo. Dijo estas palabras: locura, salvaje, sentimientos. Torrente no. Creo que extremos sí.

Demasiada compañía había tenido durante los años de su matrimonio: dejó a su mujer por eso, pensaba, por una necesidad de silencio. Me separé de mi mujer por motivos de silencio, diría Daniel, con coquetería, si le preguntaran ahora, pero ya nadie le pregunta por qué terminó su matrimonio, y en todo caso la respuesta no sería verdadera, ni falsa: necesitaba silencio, pero también quería salvarse, intentaba salvarse, o quizás protegerse de una vida que nunca había deseado.

Trabajaba por las noches como telefonista, uno de los mejores empleos que he tenido. El sueldo no era bueno pero tampoco miserable, y aunque el lugar parecía inhóspito -una oficina pequeña en la calle Guardia Vieja, cuya única ventana daba a un enorme muro gris-, la verdad es que no pasaba frío en invierno ni calor en verano. Quizás pasaba frío en verano y calor en invierno, pero eso era porque nunca aprendí a manejar el aparato de aire acondicionado.

Los profesores nos llamaban por el número de lista, por lo que sólo conocíamos los nombres de los compañeros más cercanos. Lo digo como disculpa: ni siquiera sé el nombre de mi personaje.

Pensaron en ir caminando, hablaron sobre lo agradable que es recorrer grandes distancias caminando, e incluso dividieron a las personas entre las que nunca caminan grandes distancias y las que sí lo hacen, y que por eso son, de alguna manera, mejores.

Los cigarros son los signos de puntuación de la vida.

Dejé de fumar debido a las migrañas, pero quizás no fue el motivo principal. Lo que pasa es que soy cobarde y ambicioso. Soy tan cobarde que quiero vivir más. Qué cosa más absurda, realmente: querer vivir más. Como si fuera, por ejemplo, feliz.

(Fragmentos de "Mis documentos", de Alejandro Zambra)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Graacias!
~E.

María dijo...

De nada, E.
Un placer.
Saludos.

Juan dijo...

muy bueno, gracias.
casualmente hace unas semanas me asaltó una imagen similar con el tema de la puntuación, ¡je!
http://www.nobstante-locual.blogspot.com.ar/2014/05/el-mas-dificil.html

María dijo...

Hola Juan! Te recomiendo el libro, es bueno.
Un beso y gracias!