“Séptimo” podría haber sido una buena
película. Tenía todo: una idea potente y clara, a Ricardo Darín en el noventa por ciento de los planos
y una calidad técnica impecable, la película está filmada con muy buen gusto,
muy estilizada (las tomas aéreas de Buenos Aires son impresionantes).
Falla la verosimilitud temporal y otros
detalles, pero hay uno que es fundamental y me pregunto si Patxi Amezcua no sabe que si devela al “malo”,
antes de que el “bueno” descubra quién es, la película se cae como una torta
helada al sol en enero. ¿No hizo proyecciones privadas antes de estrenar? ¿Fue
una decisión personal contarla así o mantuvo alguna pelea con el
guionista o el productor por este tema?
¿Conoce los códigos policiales además de los recursos estéticos? Si hubiese seguido los
códigos de los policiales de toda la vida, que por algo se usaron, la
película hubiese sido buena. Quizás sea sólo una escena, pero
no es un detalle. ¿Qué le costaba resignar esa escena? ¿Qué importaba no ser original en lo único que está comprobado que hay que seguir las
reglas? Para todo el resto, los personajes, la música, los planos, la
estructura, fue el mejor alumno. Ahora para el núcleo, el corazón del
asunto, se quiso hacer el loco. Y no le salió.
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