miércoles, 16 de octubre de 2013

Mi propio peso del mundo III

(Cont. del LUNES, 11 DE MARZO DE 2013)

Siempre ando apurada. Aunque sea por dormir la siesta, estoy apurada por dormirla.

Creo que este ejercicio literario no tiene ningún sentido si lo hago como lo hice hoy. De todas formas, por suerte lo hice, para darme cuenta de que sólo funciona de la otra manera. Conclusión: ¿el ejercicio sirve?    

A la misma hora, siempre los ruidos de las persianas subiendo, de otros pisos, como es gente grande se levantan temprano.

Aguantar hasta que pase la ansiedad.

A veces cuando escribo presiono demasiado la lapicera y se me hincha el puño de hacer fuerza, las yemas parecen de plástico duro en vez de piel.

Lo mejor es lo que pasa.
Leer todo lo que esté a mi alcance.
El miedo, viene a llamarme para llorar.

“Uno lee para confirmar lo que piensa” (Gide?) 
Yo agregaría que uno lee para entender lo que piensa o para poder pensar.

¿Por qué este miedo a no tener?

En el auto pensé aterradoramente que no me extrañaría enterarme del suicidio de N. No tiene pasión por las cosas, vive en un estado de descontento crónico que se transmite en su cara, su pelo, su caminar.

Moverme hacia otros lugares.
Veo como algunas personas se van alejando y desdibujando hacia atrás.

Ay, no sé, porque al final la gente hace cosas cada vez más inesperadas, más insólitas, cada vez más  cosas “que yo no haría”.

¿Explotaré?

Henry Miller dice que la risa es la libertad. Que cuando uno se ríe nadie puede obligarte a hacer nada ni tampoco hay pensamientos con maldad.

Cada vez busco más el individualismo y por momentos no tolero las diferencias.

L. dice: no hay otro camino, no hay otro lugar para ir.

La depresión de no tener frutas ni verduras en casa.

Cuando escribo deslizo la mano por la superficie del papel, el ruido parece una respiración, la respiración de una niña o un perro olfateando algo.

Me cuesta avanzar porque no quiero modificar nada de lo que ya está.

Necesidad de la concreta y desagradable vida cotidiana. El pan nuestro de cada día.

Hoy también pensé en llevarme el cuaderno a la cama y escribir ahí, llevarlo ahora, ¿por qué no? Tengo miedo, si no exijo a mi cuerpo que se comporte como humano, que se levante, después va a ser peor, no voy a poder sacarlo de ese pesado letargo.

Un cansancio crónico y profundo.

A veces escribo apurada, arrebatada, como si se me fuese a escapar algo, o todo. No puedo seguir a la voz que me dicta, frenética, no la alcanzo.

3 comentarios:

dvadell dijo...

Otra vez me gustó mucho lo que escribiste. Me siento bastante identificado con todo!!

Ahora los voy a compartir con mis amigos en fb.

Aplausos,
-- Diego

María dijo...

Hola Diego,

Muchas, muchas gracias. Me alegro de que te lleguen mis escritos.

Un beso.

Gloria dijo...

Me encanto! Gloria