miércoles, 21 de agosto de 2013

Living la vida loca


Estoy durmiendo demasiado. Jonás dice que me picó un tipo de mosca africana que se llama tsé-tsé, que te morís de sueño. Literalmente, si no lo detectan a tiempo te morís. Me hizo un chiste pero quién sabe. Algunos dicen que estoy deprimida. Yo digo que estoy cansada. Desde que me levanto me duelen las piernas. Camino mucho, pero antes caminaba igual y no me pasaba. Digo que estoy cansada y grande.

Jonás dice que ayer soñé en Inglés. Lo que me molesta es que piense que puede entrar en mis sueños. Hablabas en inglés, se defendió cuando le pregunté quién se creía. Hablar es una cosa y soñar es otra. Pero debo reconocer que ando con miedo, si soñé en inglés en cualquier momento empiezo a escribir and without realising I start to talk in english with the grocery man, with mother and father.*

Puede pasar. Jonás nunca habla dormido, pero no por eso voy a decir que no sueña. Yo no sé qué hace él en su cabeza cuando duerme, parece tan inofensivo, indefenso. Podría matarlo sencillamente mientras duerme. Y yo también, cada mañana, estoy viva gracias a que es tan bueno que ni se le ocurre. Encima con la cantidad de horas que tiene para pensarlo, para verme ahí entregada, con la boca abierta y el sexo al aire.

No debería dormir tanto. Es demasiado el tiempo que estoy desarmada, vulnerable ante Jonás, a que el gas me mate, a que me pique cualquier bicho. Pero repito , estoy cansada. Será también que hacemos mucho el amor, todos los días. Con música nos gusta hacerlo. Y lo adaptamos al género. Si es con canción romántica las caricias son suaves y pegajosas. Con funky todo es más sexy, rítmico y alegre. Con boleros lo hacemos como si fuese la última vez, la despedida.

A veces Jonás quiere que me desnude y me ponga los zapatos de taco alto que me regaló. No los usé nunca en la calle, ni siquiera los usé de pie, no puedo, sólo acostada. Ya le dije que si me muero quiero que me los ponga para el velorio, así la gente me ve con tacones por lo menos una vez en la vida. Mi madre siempre me pide que me arregle más, quiere verme maquillada como las mujeres de las revistas. No sé qué le cambia a ella que yo use el pelo atado o suelto pero cuando lo tengo suelto parece más contenta, como si me viera con otros ojos. Así que también le pedí a Jonás que me velen con el pelo suelto. Pero le aclaré que después me entierre con mis chatitas negras de todos los días. El pelo que lo deje como quiera mi madre.

A simple vista la gente muerta parece dormida. Pero nada que ver. La gente muerta no está indefensa, no corre ningún peligro, está inmune. Aunque nadie puede asegurar que los muertos no sigan soñando resabios de sueños pasados mezclados con recuerdos.

Yo no sólo duermo mucho, a mí me gusta la cama. La cama es uno de los inventos más geniales del universo junto con la valija con ruedas y el lavarropas. Me encanta leer en la cama,  estar en la cama, y ahora con internet hasta puedo ganar plata desde ahí. Eso sí, comer en la cama no me gusta. Ni animales, ni las sábanas sucias, ni ver televisión en la cama. Por eso sé que no estoy deprimida, estoy cansada, es muy diferente.

Me canso más desde que no trabajo. Antes trabajaba trece horas por día y era lo único que tenía que hacer: trabajar. No pensaba en la tos que tiene Jonás por fumar, en el cáncer. No pensaba en lo grande que está mi madre, los cubiertos que faltan, la humedad del techo, los hijos que no tengo, los amigos, lo que vino en la factura del gas. No me acuerdo quién dijo que el cerebro es un órgano maravilloso que  empieza a funcionar cuando nos levantamos y no para hasta que llegamos a la oficina. Trabajar no cansa, al contrario. Lo que cansa es vivir.

Será por eso que duermo tanto, no son las caminatas, ni el amor, ni la cocina. Ni siquiera limpiar el baño. Es mi cabeza que no para, que gira y gira sobre cada cosa como si fuese lo último, que piensa y vuelve a pensar lo que ya ha pensado que nunca más pensaría. Va de la muerte a mejor cambiarle el agua a las flores porque si no se mueren como papá, que en cualquier momento nos deja si no se acuerda de tomar el remedio.  Es como tener en la cabeza miles de esas moscas que dice Jonás, revoloteando y chocándose entre ellas. Ay, Dios mio, por favor, no, será que maybe I’m going** loca. Maybe I’m crossing that terryfing edge that I always sentí tan cerca.^

(Ilustración de Silvia Hapko)

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* Sin darme cuenta empiezo a hablar en inglés con el verdulero, con madre y padre.
** quizás me estoy volviendo
^  Quizás estoy cruzando esa línea terrorífica que siempre sentí tan cerca.

6 comentarios:

GerBata dijo...

Me encantó el relato. Leo por aquí siempre pero no comento mucho.
Me gustaría ponerme en contacto con Silvia, la autora de la ilustración. No encontré un mail en su blog para escribirle.

Gracias, y sigo leyendo...

María dijo...

Hola GerBata,

Me alegro de que te haya gustado el relato y de que me lo hayas comentado.

Te paso el contacto de Silvia por mail.
Saludos

Rob K dijo...

I have enjoyed esta entrada very mucho.

Saludos, María.

Diana Laurencich dijo...

Maravilla. Lo único que odio de dejarte comentarios es el captcha...¿why?

dvadell dijo...

Wow! Me encantó este relato. Te pasaste!!

María dijo...

Rob K, muchas thank you, happy de que te gustó!

Diana, gracias!. No sé. Esto del captcha es la first time que lo pienso. No es algo para comprobar que no somos robots? No entiendo igual porque la máquina censura a otros de su misma especie. En fin, que trataré de take it away si puedo.

Muchas gracias dvadell!

A los tres: la verdad es que los comentarios a veces vienen bien. Alientan. Justo por estos días iba a escribir algo sobre el tema.
Como perro de la calle con caricia inesperada, estoy moviendo la cola y sigo buscando.

Saludos.