Ayer tuve un gran
domingo: T. me llevó en moto por Barcelona, nos metimos al mar,
gané al backgammon, tuve una idea para la obra de teatro que estoy escribiendo,
caminé por la playa, tomé un helado, fuimos a ver la muestra “qué pensar/qué desear/qué hacer” y al cine a ver “Hannah Arendt”. Sí, fue un gran día.
Pero me voy a
explayar en una videoinstalación que vi de Javier Téllez, que enfrentó una
versión reeditada de “La pasión de Juana de Arco” de Dreyer con un documental
sobre mujeres en un hospital psiquiátrico de Sydney. Así, cuestiona la frontera entre la normalidad y la patología. Y esa “delgada
línea” (como la llamo ACA) me interesa muchísimo. Me interesa y me aterra, como
acariciar un león salvaje.
Una de las mujeres, diagnosticada “bipolar”, decía que un día estaba en el polo norte y al día siguiente en el polo sur. ¿Por estar arriba el polo norte tiene que ser el polo positivo? ¿Quién designó que arriba es bueno y abajo es peor? ¿Y que lo positivo es mejor que lo negativo? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? Las convenciones sociales van mucho más atrás, al lenguaje, y entonces parece una sutileza la bipolaridad. Pero si de altibajos se trata, en estos días yo soy la reina del rebote: una pelota saltarina.
Una de las mujeres, diagnosticada “bipolar”, decía que un día estaba en el polo norte y al día siguiente en el polo sur. ¿Por estar arriba el polo norte tiene que ser el polo positivo? ¿Quién designó que arriba es bueno y abajo es peor? ¿Y que lo positivo es mejor que lo negativo? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? Las convenciones sociales van mucho más atrás, al lenguaje, y entonces parece una sutileza la bipolaridad. Pero si de altibajos se trata, en estos días yo soy la reina del rebote: una pelota saltarina.
Ahora me acuerdo de que ayer
en la playa encontré una pelotita verde, verde esperanza. Y volé, con ideas, sueños, proyectos; estuve enamorada entre historias, agua salada y sentí que todo era
posible, las cosas que iba a escribir, el sentido del universo, supe que soy parte de algo mucho más grande; sí, ayer podía. Ay, como me gustaría poder guardar las
sensaciones en un frasquito, y ponerme una sensación como un perfume.
Hoy es diferente. Hoy toco el piso. Estoy vacía, la cama deshecha, la computadora me ata, el
café no alcanza para aclararme, la calle me llama, me invita a dejar de
escribir y a vagar sin rumbo para después dejarme tirada llorando en una
esquina, con alguna bolsa de algo que no necesito, sin haber escrito una
palabra, sintiendo que no puedo, no escribo, no llego, no.
No, le digo a la calle, y me acuerdo de otra de las mujeres del psiquiátrico que hablaba de lucha, de una pelea en el ring de la mente. Pienso en esas mujeres y mis
manos se mueven por el teclado, no escribo eso tan maravilloso que pensé ayer,
es algo diferente. Estoy luchando, igual que ellas. Y entonces, como buena pelota saltarina, es muy probable que mañana me
lance de nuevo a volar.
1 comentario:
Uf. Tan cierto.
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