Me pidió
que hiciese tiempo en un café. No le contesté que el tiempo no se hace, se
pierde. Y no se recupera. Yo siento que estoy perdiendo el tiempo cuando no escribo
y, a diferencia de los que encuentran inspiración en el movimiento de mozos y
clientes, yo no puedo escribir en un bar. Ni siquiera leer.
En los
bares pasa todo junto y mezclado, es como estar en la intersección de varias
vidas, y yo me voy yendo con esos estudiantes que se ríen de cualquier cosa,
con la mujer muy maquillada que se toma una cerveza a las once de la mañana,
con los dos comerciantes que sacan cuentas en una calculadora gigante. Prefiero
seguir al mozo, cómo baila entre las mesas, los gestos de loco que pone al levantar
las monedas que junta en los bolsillos que cuelgan pesados, me voy yendo, y
pienso en Virginia Woolf, sus bolsillos llenos de piedras cuando se ahogó en el
río.
Entrar
al río deber ser como entrar al tiempo y, al fin, dejar de verlo pasar. Corre
el agua con fuerza, incansable, infinita y habrá que entrar en ella para detenerla,
para no mirarla irse, irse. Corre el reloj biológico, en el bar pasan minutos,
pasa una hora; pero afuera pasan los días, los otoños, los años. El tiempo es
como un río que no para y no tengo hijos, no escribo y me dejo llevar por la
gente que aparece y desaparece en la ventana.
Son
como olas de personas, vienen todas juntas o nadie. Pienso en Alfonsina Storni,
ella se ahogó en el mar. Yo preferiría el río, el mar te devuelve. El río te
lleva. Dicen que el suicidio es más de hombres. La depresión es femenina pero el
gran final elegido, según las estadísticas, es cosa de hombres. No sé si las
mujeres no nos animamos a matarnos porque somos débiles o todo lo contrario,
somos fuertes y aguantamos más. Quizá tenga que ver con el anclaje biológico,
estamos enraizadas. El hombre es más libre por naturaleza.
Recibo
un mensaje que me devuelve al bar: la persona que espero para conseguir un
trabajo va a tardar un rato más. Ojalá pudiese escribir pero sigo perdiendo el
tiempo y me vuelvo a ir con esa pareja que divide la cuenta, me voy con una
niña que juega con azúcar mientras su padre hojea un diario. Alcanzo a leer que
han muerto cinco personas de frío. Me escapo y vuelvo a pensar en Virginia: “Una mujer debe tener dinero y un cuarto
propio si quiere escribir ficción”.
(Ilustración de Silvia A. Hapko)
5 comentarios:
Excelente.
Muchas gracias, Lots.
Saludos.
Llegué al segundo párrafo y me hiciste acuerdo de un poema que analizamos en la clase de poesía. Era Borges, Arte poética.
«También es como el río interminable/Que pasa y queda y es cristal de un mismo/Heráclito inconstante, que es el mismo/
Y es otro, como el río interminable.»
~E.
Por cierto, me encantó la ilustración que escogiste para este texto. Como anillo al dedo para tu texto. Buenísimo.
~E.
Gracias, E.
La ilustración fue el disparador del texto, un intercambio con el taller de ilustración de Rep en el que escribimos en base a dibujos que nos pasaron ellos. Así que me alegra mucho que te resulte acertada.
Un beso,
María
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