martes, 28 de mayo de 2013

El maestro de tiro con arco sobre la espera:

-Tiene que mantener la cuerda estirada –respondió el maestro- como un niño pequeño toma el dedo que uno le ofrece. Lo retiene con tanta firmeza que uno no puede menos que admirarse de la fuerza concentrada en ese minúsculo puño, y cuando suelta el dedo, lo hace sin la menor sacudida. ¿Sabe usted por qué? Porque el niño no piensa: “ahora suelto el dedo para agarrar aquella otra cosa”. Sin reflexión ni intención alguna se vuelve de un objeto a otro, y se diría que juega con ellos, si no fuese igualmente cierto que los objetos juegan con el niño.  
-Tal vez comprendo lo que usted quiere insinuar con esa comparación –contesté-. Pero ¿no me encuentro yo en una situación muy distinta? Cuando tengo el arco estirado, llega un momento en que siento que si el disparo no se produce inmediatamente, no resistiré más la tensión. ¿Y qué sucede entonces? Me quedo sin aliento. Y yo soy quien debe disparar, a toda costa, porque no puedo esperar más.
-Usted acaba de describir perfectamente bien –respondió el maestro- cuál es su dificultad. ¿Sabe por qué no puede aguardar que se produzca el disparo y pierde el aliento? El tiro justo en el momento justo no acaece porque usted no sabe desprenderse de sí mismo. Usted no se pone en tensión esperando la consumación, sino que está a la expectativa de su fracaso. Mientras esto siga así, no le queda más remedio que provocar, usted mismo, un acontecer que debería producirse en forma independiente, y mientras lo cause usted, la mano no se le abrirá de la manera adecuada, como la del niño. Tuve que admitir ante el maestro que esta interpretación me confundía más aún.  
-Pues, al fin y al cabo –señalé- soy yo quien estira el arco y soy yo quien dispara para dar en el blanco. Estirar el arco es, pues, un medio para un fin, y esta relación no puedo perderla de vista. El niño todavía no la conoce, yo ya no puedo descartarla. 
-¡El arte genuino –exclamó entonces el maestro- no conoce fin ni intención! Cuanto más obstinadamente se empeñe usted en aprender a disparar la flecha para acertar en el blanco, tanto menos conseguirá lo primero y tanto más se alejará lo segundo. Lo que le obstruye el camino es su voluntad demasiado activa. Usted cree que lo que usted no haga no se hará. (…) Tiene que aprender a esperar como es debido. 
-¿Y cómo se aprende eso?
-Desprendiéndose de sí mismo, dejándose atrás tan decididamente a sí mismo y dejando a todo lo suyo, de modo que de usted no quede otra cosa que el estado de tensión, sin intención alguna.

2 comentarios:

Gendai no samurai dijo...

Para mi, que practico iaido, ésto es la Biblia. Otro maestro zen se refiere a ésto en "La mente sin límites" (Soho Takuan)

María dijo...

Hola Gendai,
Buscaré el libro, gracias!