lunes, 17 de diciembre de 2012

Los detectives salvajes

El lumpenismo: enfermedad infantil del intelectual. 

Me muevo como arrastrado por las olas. 

(…) uno de los inconvenientes de robar libros –sobre todo para un aprendiz como yo- es que la elección está supeditada a la oportunidad. 

-No, sólo soy poeta –dijo San Epifanio haciéndome un hueco-. Con la poesía tengo de sobras, aunque un año de éstos voy a cometer la vulgaridad de ponerme a escribir cuentos. 

Comí sentado en la cocina, en silencio, pensando en el futuro. Vi tornados, huracanes, maremotos, incendios. Después lavé la sartén… 

Mientras un coche salía de la casa, el otro se acercó, como atraído por un imán o por la fatalidad, que viene a ser lo mismo según los griegos. 

Durante mucho rato dejé de existir.

Luego me puse a pensar en el abismo que separa al poeta del lector y cuando me quise dar cuenta ya estaba profundamente deprimido.

Según él, los actuales real viceralistas caminaban hacia atrás. ¿Cómo hacia atrás?, pregunté. -De espaldas, mirando un punto pero alejándonos de él, en línea recta hacia lo desconocido.

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