viernes, 12 de octubre de 2012

La juventud que huye como un ciervo herido


Escapa hacia el recodo final de la aventura
y cruza el puente que une la saudade con el presentimiento.

El tiempo-cazador la ha herido en el costado
y el otoño es violento, dura la luna y la rosa fría.

Pero atrás queda la íntima ventana que mira al mar,
la calle, la plazoleta, el cálido rumor que dejó el circo
y oye pasar al viento que aman las veletas.
La ventana que es parte del horizonte, honda,
plena y alegre porque ve el camino -este linyera eterno-
y el puerto, ese poema colgado en la pared de la tarde abolida
por el candor salvaje de los niños
ignorantes del tiempo-cazador, y lo que afea al mundo
que ellos aman, y ya por eso quieren destruir.

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