lunes, 16 de julio de 2012

La puerta abierta

Es así, a hacer valijas se aprende con la práctica. Yo, después de hacer y deshacer valijas cada cuatro días durante tres meses, al fin conseguí sentir que viajo con lo justo. Logré el perfecto equilibrio entre ligereza y confianza estética en las cosas que llevo. En el camino quedaron: una pulsera de marruecos, varias prendas de vestir, mi cartuchera con todos los lápices de dibujo y un ¨iphone¨; sí, me olvidé el ¨iphone¨ en un taxi húngaro y aunque T. insiste con que lo perdí yo lo considero perdido y robado en partes iguales; el taxista nos levantó en la puerta del hotel y tenía pleno conocimiento de que allí vivía la dueña de ese costoso ¨iphone¨ que sonó y sonó por horas en el asiento trasero.

Pero aún habiendo aprendido a cuidar, guardar y ordenar mis escasas pertenencias en continente europeo, cada tanto aún me acechan trágicos pensamientos materiales. Por ejemplo, en el último viaje en ómnibus que hice de Granada a Madrid. Todo empezó con la fantasía de que me había olvidado el cargador del celular. Con la experiencia húngara del ¨iphone y habiéndome conseguido otro teléfono, T. iba a pensar que soy tonta, y quizás lo soy en materia de ¨gadgets¨ comunicacionales. En fin, que a mitad del viaje se me metió esa idea aunque yo sabía que había enrollado el cablecito negro y lo había metido en la valija, me acordaba bien de que lo había hecho pero igual sufría porque la idea de que no lo traía había llegado para quedarse en mi cabeza.

Después de lograr que me dejara en paz pensando que podía comprarme otro cargador en cualquier tienda de la plaga ¨Movistar¨, una vez que al fin mi mente hubiese podido descansar, se empezaron a suceder una serie de catástrofes sin pies ni mucho menos cabeza: lo que me me olvidé fueron las pastillas anticonceptivas y eso sí que no lo puedo comprar ya que son argentinas y cambiar sería un desastre hormonal y entonces quizás sea hora de tener un hijo pero las metí porque agarré todas las cosas importantes del baño que siempre están juntas, creo que tampoco sería tan grave aunque yo estoy segura de que las pastillas las metí.

Como este tema no tenía solución hasta abrir mi estuche de pelícanos y ver si las pastillas estaban o no, pasé al siguiente: el gas. ¿Quedó abierta la llave de gas? ¿Y si entra alguien a casa y muere asfixiado? ¿Y los vecinos? No, es una garrafa y estaba a punto de terminarse, no creo que alcance para matar a los vecinos de abajo porque, aunque dejé las ventanas cerradas, el pasillo común está abierto a un patio así que el gas nunca llegaría a matar a nadie. No, si dejé abierta la llave de gas, que no creo porque no cocino desde ayer a la noche y pasé todo el día en casa sin olor a nada, no, no pasa nada. ¿Nada? Pero, ¿no dejé la puerta abierta? No abierta sin llave, ¿abierta-abierta? Yo creo que la cerré por acto reflejo pero no recuerdo girar la llave ni sentir el portazo.

No, recuerdo que puse el cargador del celular pero no recuerdo haber cerrado la puerta de casa con llave. Tranquila, María, pensé volviendo a la música y al paisaje de Andalucía. Hasta llegar a destino no pueden develarse estos misterios, tranquila, no hay nada que hacer hasta que abras la caja de pandora. Si al abrir la perfecta valija que trae lo justo y necesario, que conserva un cuarto de su espacio vacío, que al fin ha encontrado su forma y contenido perfecto, si al abrirla está el bendito cargador del teléfono también encontrarás las irremplazables pastillas y seguramente no se está escapando el gas a ninguna parte y la puerta ha quedado tan cerrada como cáscara de nuez verde.

Así fue. Madrid; y ahí estaban el cargador enrollado y las pastillas tranquilas. Además pasados dos días y mientras escribo esto, aún nadie ha llamado para notificar ninguna tragedia en el edificio albaizinero. Lo único que permanece con final abierto es el tema de la puerta. La puerta sigue abierta en mi cabeza y me llevará el armado de otra valija, otro viaje, cerrarla definitivamente. La puerta sigue abierta.

Esto, señores y señoras, es viajar sin parar.

6 comentarios:

Juan dijo...

"... y eso sí que no lo puedo comprar ya que son argentinas y cambiar sería un desastre hormonal y entonces quizás sea hora de tener un hijo pero las metí.."

brillante!

BarbiSch dijo...

La cerrasteee, dejate de joder! jaja y contá más, me gusta cómo contás las cosas!

María dijo...

Gracias, Juan...

Jaaaaaa, no sé si la cerré Barbie, jaaaaa. Ojalá pudiese contar más cosas... Saludos.

sharing is caring dijo...

te leo y me siento tan identificada con todo lo que escribís, pero lo escribís de una manera tan pero tan linda que me emociona!

Sigamos armando y desarmando valijas que nos llena de experiencias incomparables!

María dijo...

Gracias, Laura...

Leí por ahí que estás averiada y viajera!!
Ojalá estés mejor.

Un beso!

Berlin Blues dijo...

Me encanta.
Tengo la sonrisa en mi cara... Sobre todo al saber que en alguna parte de esa historia nos vimos.
...Y pronto ya vuelves otra vez a España.