Sigo en Budapest. Esperaba que este diario fuese mucho más rico e intenso, que me abriera puertas internas y me conectase conmigo misma como nunca antes lo estuve. Porque sólo cuando escribo me siento así: yo. Esperaba volcar acá mis emociones, mi percepción de la ciudad y de su gente, de la comida, los museos, los baños termales, el idioma, los resabios comunistas, la soledad. Esperaba pasar mucho tiempo sola y eso sí, sucede, pero no ha incentivado la escritura como yo esperaba.
Sigo buscando la manera de escribir. Mi manera, mi fórmula. Por ahora lo que escribo, esto, lo hago como puedo: a los tumbos y sin ningún tipo de disciplina. A veces obedezco a mi deber ser, o escribo por necesidad, para subsistir o entender algo; otras obligada por el texto que se me impone y no me deja seguir viviendo hasta que no lo escriba, como un bebé que no para de llorar hasta estar en los brazos de su madre. También escribo para registrar, saco pocas fotos y mi memoria es mala. Espero que en algún momento aparezca algo más de voluntad.
Camino mucho. Mis pies están lastimados y tienen cada uno las mismas ampollas espejadas. Trato de alternar calzados que vuelven a abrir heridas que nunca llegan a cicatrizar porque no tengo tantos zapatos; aunque por este mismo tema me he visto en la obligación de adquirir algunos pares nuevos que garantizaban no dañarme la piel por mucho que recorriese, cosa que no fue así y entonces tengo los pies vendados de curitas y ando en ojotas por todos lados y como puedo.
Uso los pies y no las manos, no hay equilibrio y pierdo la práctica literaria al mismo tiempo que descubro callejones y miradas desde pinturas originales que me hipnotizan y me obligan a buscar otras y más. ¿Pero qué es lo que estoy buscando? ¿No es escribir lo que quiero? Vuelvo al hotel contenta y cansada de las calles con nombres irrepetibles, de esforzarme por descifrar monedas y comidas, habiendo perseguido durante horas lo raro, lo distinto, lo que me hace estar acá y no en otra parte.
Yo esperaba escribir un libro, historias, lo que sea. Esperaba meterme para adentro y mirar ahí porque sé que hay mucho, lo siento rugir como un volcán, como un león desesperado. Pero lo ignoro y sigo viviendo. Y aunque lo que sucede no es lo que yo esperaba me acuesto y me despierto contenta, creo que esto es ser feliz a pesar de que, repito, no es lo que yo esperaba. Cada día elijo los pies a las manos, las preguntas a las respuestas, lo que está por escribirse a lo escrito. Elijo la vida al relato. Yo esperaba otra cosa y así estoy.
2 comentarios:
Hace mucho que no te leía y me alegro mucho de volver a leerte. Siempre que te leo me emociono.
Gracias por compartirlo todo a través de tus relatos y por elegir fragmentos tan lindos para compartir con tus seguidores.
Este es y será siempre mi blog preferido!
Chavi, te extraño!!!
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