domingo, 4 de septiembre de 2011

Bendito tú eres.

Me cuesta creer que hay gente que elige ser dentista, policía, paparazzi, militar, azafata o sacerdote. Son actividades que yo no elegiría nunca en la vida. Pero, el libro del gusto está en blanco, como dice T.

Hace unos días me enteré de que Hugo, mi profesor de gimnasia, se vuelve a vivir a Córdoba en diciembre. Malas noticias: hace seis años al fin yo había encontrado al guía, la música, el lugar y la hora perfectos para mover mi cuerpo.

Justificó la mala nueva con que está cansado, quiere una vida más tranquila para sus hijos, que puedan salir solos a jugar o a comprar pan. A partir ahí, tres veces por semana, empecé a preguntarme por ese hombre de familia de cuarenta años.

Me intrigaban las razones que lo llevaron a elegir, como medio de vida, dar clases de “aero-box” a treinta mujeres. Entonces me pasé las últimas clases estudiándolo, y de paso aflojaba con los abdominales que me matan lento.

Ayer lo vi triste, no exigió ni pegó esos gritos que nos despiertan; en un momento se tildó; nosotras seguimos, obedientes y calladas. Contaba uno, dos, tres en voz baja; uno, dos, tres. Las luces de colores le rebotaban en la cara quieta.


¿Estás triste?, me animé a preguntarle. No, cansado; despertó de golpe. Y vos estás muy linda, recién te miraba y te vi muy linda. Todas. Mirá Nené (señaló a la rubia incondicional de cuarenta y tres años), tiene el culo de una adolescente.

Las luces le seguían dando en la cara y se hablaba a sí mismo, con nostalgia. ¿Y ésta?, se pusó más buena que comer dulce de leche con las manos; mirá los brazos de Rosario, ¡tiene cincuenta años!; ¿y la doctora? ¿Vos viste lo que bajó esa mujer?

Una por una, las fieles que lo habían seguido mucho tiempo, de gimnasio en gimnasio. Hugo nos había dado forma, nos había visto mejorar, recibirnos, adelgazar, desaparecer, parir, volver y desaparecer. Y volver. Sólo en ese cuarto éramos treinta razones.

Prometo hablar con azafatas, con el policía de la esquina, con mi dentista. Y tengo que avisarle a T. que el libro del gusto no está en blanco, que las vi en los ojos de Hugo y eran miles, sobraban las razones para contar hasta tres en voz alta y levantarse temprano. Sobraban.

2 comentarios:

María dijo...

Hoy Hugo nos sacó una foto grupal al final de la clase. Y estamos en septiembre...

Anónimo dijo...

María, impecable, me conmoví mucho, pero mucho. Una mirada enorme.
Gracias,
Lala