domingo, 7 de agosto de 2011

La teoría del amor-jaula

Hay gente que vive el amor como si fuese una jaula que limita, que ahoga. Esas personas juegan al ladrón atrapado y le dan el rol del policía al otro, porque es mucho más divertido ser ladrón que policía, toda la vida.

El policía es el malo, el perseguidor, el exigente, el causante del encierro. Y acepta ese rol feo porque no le queda otra, le sigue el juego al ladrón por inexperiencia, por amor desmedido o imposibilidades, pueden ser muchas cosas.

Pero el policía no nació para eso y, a medida que pasan los días, las estaciones del año, él también empieza a sentir el agobio, la falta de aire, el inmenso esfuerzo y el tiempo que le consume mantener al ladrón en la jaula.

Un día, algo aburrido ante la falta de peligro del ladrón dormido, el policía siente por primera vez deseos verdaderos de salir. Tiene la llave pero ¡no!, dejar solo al ladrón sería el final. Así descubre que él también está atrapado en su deber de vigilar.

Si el policía deja el juego perdería al ladrón. Sí, perdería al ladrón, lo dejaría libre para hacer de las suyas, es lo que quiere y siempre quiso el maldito. Perdería al ladrón y su razón de ser. ¡No! Firme, intenta no pensar.

Pero una noche, en la celda oscura y húmeda, el policía sueña con ser jardinero. Y empieza a soñar esto todas las noches. Disfruta dormir, es más divertido que su triste vida. Y su sueño empieza a tirar, como tira de la cuerda un marinero para acercar el barco al muelle.

Sigue pasando el tiempo y, sin que el policía se de cuenta, en un segundo cualquiera, se le escapa la mente entre las rejas, no lleva al cuerpo, entonces puede. Se va volando a buscar terrenos, a juntar semillas, a construir molinos y arar la tierra fértil.

Las raíces empiezan a crecer, manos hambrientas, y la mente llama al cuerpo, como un niño llama a sus padres para que lo miren tirarse a la pileta. Insiste con que existe este lugar lleno de verde que le va a gustar más que la jaula.

Al principio, el cuerpo del policía se resiste, prefiere seguir abrazando al ladrón. Pero ya no es lo mismo, no alcanza, no es divertido y el cuerpo va cediendo. Un día abre la puerta a ver qué hay, qué es eso del jardín que le cuentan sus sueños y su mente perdida.

Equilibrista, camina por la soga de la que tira su mente-marinera. Le da miedo pero es divertido, es libre y se olvida que el ladrón quedó solo con la puerta abierta, nadie que le impida seguir sus propios sueños. Quién sabe, quizás salga de la jaula y sea peluquero. O buscará otro policía y seguirá como al don pirulero.

Aunque es más divertido ser ladrón, nadie nace ladrón ni policía, se trata de personajes. Son abogados, arquitectos, pintores, jardineros que un día se sacan el disfraz, qué incómodo, para seguir sus sueños. Y buscan a otro que quiera reír, plantar tomates y regar margaritas.

El amor es un jardín y no una jaula.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Wuaaaaaaa fuerte

María dijo...

Me alegro que te haya llegado algo del texto. Saludos, Anónimo.