lunes, 25 de julio de 2011

María clavó un clavito

Ayer colgué tres cuadros. Gran avance. Vivo en mi casa hace más de seis años y todavía me cuesta mucho decidirme a colgar cuadros, prefiero dejarlos apoyados en el piso o sobre muebles; quedan lindos ahí y además no se casan con ningún lugar, podrían estar o no estar, no dañan las paredes y se prestan fácil al embalaje en caso de mudanza repentina.

Quizás tengo miedo a instalarme, a dejar marcas irreparables, señales de que yo estuve por acá: leyendo, comiendo, soñando. Miedo a decidirme por una imagen, en un lugar, mi historia. Las paredes blancas son como pantallas de cine, lo dejan todo abierto, todo posible, y pueden proyectar miles de películas. Una pared blanca es cómoda para cualquiera.

Pero estos días estoy decidida a contar historias en algunas paredes, a dirigirlas, marcarlas. Y desde ayer ando con el martillo cerca, como si fuese una linterna, o un matamoscas para espantar el miedo.

3 comentarios:

Sr. Coso dijo...

Una silla, un martillo y un montón de clavos. Todo lo necesario para divertirse....

María dijo...

Y un cuadro?

Anónimo dijo...

Me pasa exactamente lo mismo, tengo varios cuadros apoyados en la pared, me da no se que colgarlos. Es como si cuando los colgás pierden vida, dejan de ser arte y pasan a ser solo decoración, no se como definirlo, pero entiendo perfecto lo que sentís.
lala