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El viaje sirve para el contacto con otras personas; la vida cotidiana es muy gris y siempre se ve a las mismas personas en una cotidianeidad sin alicientes. Los humanos tenemos horas y horas al día en que no nos damos cuenta de que podemos cambiar continuamente y tenemos a nuestra disposición cosas diferentes de las que hemos tenido hasta entonces, y sin embargo siempre hacemos lo mismo, y tenemos capacidad para todo lo demás. Somos como los fantasmas de Dickens, muy tontos, porque vuelven al armario de la habitación, a la familia que tenían; todo el mundo a su disposición y vuelven al lugar donde fueron desdichados; tenemos tendencia a una vida cotidiana en donde se repite mucho todo. Es un rasgo cómico, idiota, porque la posibilidad de cada día de encontrar algo nuevo es más interesante. El viaje te obliga a estar despierto, a estar atento a no perder el avión, a estar menos relajado y es bueno para los movimientos.
(Enrique Vila-Matas, en Ñ)
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