miércoles, 27 de abril de 2011

Los galgos, los galgos

Yo trabajaba en el estudio de mi padrino, abogado que alguna vez abrigó la esperanza de que fuese el continuador de sus virtudes. Después quizás comprendió que ese papel -junto con otros igualmente honrosos e inaccesibles a mis fuerzas- quedaba reservado para mi hermano. Por esos misterios que son un verdadero alivio para los seres humanos, seguí sin embargo siendo su favorito. Así pude vegetar gran parte de mi vida en un soleado rincón del bufete, mientras mi hermano llegaba pisando fuerte, conducía los negocios de manera brillante y destrozaba los nervios a todo el mundo.

2 comentarios:

Laura B. dijo...

Una de mis novelas preferidas. No importa de qué manera, siempre vuelvo a Julián y a Lisa.

María dijo...

Sí Nausica, es una novela fascinante.

Van más fragmentos que me gustaron:

Eso que según Diego es todo para uno, pero contado parece una estupidez. Una estupidez tan estúpida como parece la médula del hueso cuando la comemos con sal en el puchero. Pero del hueso era la médula.

No lloraré como hice con Corsario, porque las lágrimas son privilegio de felices.

Los dados se tiran, caen, sale amor; los dados se tiran, caen, sale encanto; los dados se tiran, caen, sale drama; los dados se tiran, caen, sale boda; los dados se tiran, caen, no sale nada. ¿Por qué? Vaya a saber. No soy yo quien tira los dados señorita. No es usted tampoco.

Una cita moderna. Es de noche y domingo. Grupos de gente vocinglera van en aumento. Son españoles. Sirvientas y obreros. Creen que nadie los entiende y hablan a gritos. El viento dispara y azota los faldones de sus abrigos, arranca jirones de frases y los lleva a nuestros oídos que entienden español. ¿Ocurre siempre así, hay un oído remoto para nuestras palabras fugitivas?

La vida ideal es como un cuadro cubista, un ojo de allí, media boca de acá, un clavel, un pedazo de diario. Si pudiéramos pegarlos a nuestro gusto lograríamos una armonía a medida.

No puedo saber si las plantas son verdes de día y grises de noche o verdes siempre. Si sólo existimos bajo la mirada del amor. Si todo permanece. Si todo desaparece cuando dejamos de mirar.

Hay presencias, a pesar de la hora. Muy pocas. Y fugaces. Gente que pasa; dos enamorados; unos turistas. Tres negros que hablan en africano y caminan con suavidad de jirafas.
Las vidrieras duermen, hartas de miradas.

(Sobre el tango)
-O para silbar. O para pensar. Es el maestro de la juventud, consejero del adulto, consuelo del viejo, compañía de todos.

Vino el invierno, muy frío. Una noche comimos en casa de unos amigos y nos despedimos temprano. Caminando del brazo por el desagradable viento de la calle, hablando mal pero con cariño de nuestros anfitriones, que sin duda quedaron hablando peor pero con cariño de nosotros, llegamos a casa.

En realidad, con una casa así ya no es necesario intentar ninguna cosa -ni siquiera ser pintora- sino dejarse vivir.