sábado, 13 de marzo de 2010

Hebe Uhart sobre los viajes:

Un viaje enseña cosas desconocidas sobre uno mismo, porque aparecen pensamientos extraños y comportamientos distintos e inesperados. Yo estuve hace poquito en el sur presentando un libro y paré en casas de familias conocidas donde tenés que adaptarte a las normas de quienes viven allí. En una de ellas no se podía fumar debido a un problema de salud de uno de los dueños de casa. Yo dormía en un cuartito de huéspedes en el que tampoco estaba bien fumar, pero fumaba igual, escondiéndome como una adolescente. ¿No es un comportamiento extraño?
Al fin me voy de vacaciones. No sé quién volverá.

8 comentarios:

María dijo...

Fragmentos del cuento "Una excursión larga" de Hebe Uhart:

"En Mendoza hace un calor seco como la Cordillera; es un enemigo que ataca de frente, pincha pero no hace transpirar, no abate. Por eso los mendocinos caminan erguidos como los álamos que vi por el camino y como los granaderos de San Martín. (...)

Las dos señoras iban a la misma excursión que yo; la menor era Alejandra y la grande, Noemí. Se sentaron en un asiento paralelo al mío, señal de que no me odiaban. (...)

Entre los que subieron había dos parejas grandes que venían juntas; los hombres empezaron a hacer chiste tras chiste, se reían de cada cosa como si estuvieran movidos por un mecanismo imparable. Era una risa nerviosa como si nunca hubieran estado acostumbrados a salir con sus mujeres que, por otra parte, eran muy disímiles: una era profesora de historia, que sentó detrás de mí con los dos hombres. La otra tenía como veleidades de vedette; ella se sentó a mi lado, tenía grandes aros, el pelo muy largo recogido con un importante penacho y la mirada cabrera.

Eran de Córdoba y al rato pasaron a llamarse todos Córdoba, Chaco, Bahía Blanca. La guía pasó el micrófono a cada uno para que dijera cómo se llamaba y si era la primera vez que estaba en Mendoza. Los que iban por segunda vez eran aplaudidos y a una que iba por tercera vez la guía le anunció un premio. Ahora, la cordillera es un lugar que no hace pensar para nada en premios y castigos: kilómetros y kilómetros de montañas donde no vive nadie, no se ve un ser humano, un ranchito, sólo la montaña de piedra, de hermosos colores.

El único signo humano son las ofrendas al borde de la ruta, a la Difunta Correa y al Gauchito Gil, envueltas en trapos rojos. Las personas que se ven son turistas, como puntos lejanos rojos, verdes. Mi vecina de asiento, la vedette, mirando las montañas, me dice:
-No me alcanzan los ojos.

Tiene una voz áspera, inculta, como de alguien que se hubiera hecho grande a las patadas y fijada en la adolescencia.

No bien empezó la Cordillera todos sacaron las máquinas de fotos para registrar los rincones más lindos que muchas veces se les escapaban. Un turista no quiere perderse nada, mirá si después de pasar descubre que se perdió lo más lindo"

Laura B. dijo...

Los viajes sacan todo de uno, las cosas que uno se maravilla en descubrir, y también esas que ni sabías que estaban ahí, y que no gustan del todo.
Sin embargo, definitivamente alimentan, es un camino de ida, ya no ves las cosas de la misma forma, no pensas del mismo modo, y ya no disfrutás y penás de lo mismo.
Pero viajar también es difícil, duelar lo que se pierde para hacer un rincón a todo lo nuevo, y asumir que uno ya no puede mentirse a sí mismo, al menos por ese lapso de viaje.
Cuando estuve de viaje, hace poco, por mucho tiempo, escribí 2 o 3 veces nomás en un mes y medio, entre nubes de claridad y nostalgia, de quilombos encontrados, y alegrías compartidas.
Y ahora cada tanto releo esos escritos, y me transporto nuevamente a esas sensaciones de viaje, es como si por un instante cargara en mi espalda la mochila, y me subiera a un tren sin destino fijo.
No sé muy bien si tiene pertinencia, pero este post me dió ganas de compartir esto.
un beso

María dijo...

Hola Nausica. Sí, creo que hay veces que los viajes pueden compararse a los sueños, uno vive y siente cosas que, cuando vuelve a su ámbito natural de todos los días, con el tiempo se van volviendo borrosas y uno intenta recuperarlas pero es bastante difícil...

Mercedes Ruiz Acevedo dijo...

"Madame de Staël decía que viajar es, digan lo que quieran, un placer tristísimo"

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Anónimo dijo...

Es buenísimo porque los viajes nos dan la posibilidad de ser otra persona. Podemos reinventarnos en cada ciudad o en cada lugar que visitamos. Nos convertimos en "visitas", o sea casi siempre jugamos a ser otros al menos durante unas vacaciones.

Micaela Sofía Gonzalo dijo...

En realidad, uno viaja para ver si son verdaderos el coliseo, el Vesubio y el Papa en su balcón. Una vez superada la pequeña y pajuerana emoción "¡Pensar que yo estoy acá!", se observan algunas cosas: por ejemplo, que el Papa parece mas joven de su balcón; la televisión vuelve mas viejos a todos.

Hebe Uhart en "Del cielo a casa"
Hebe es una genia!

Anónimo dijo...

creo q desde el momento en q me pongo un seudonimo uno se ve diferente, y entrando en tema con lo de los viajes, por mas cortosa q sea coincido en q uno conoce cosas diferentes de uno mismo, y q escribiendo y leyendo mas tarde aquello es una de las unicas formas q tengo de volver a aquel momento, esa situacion en la q encontre un yo diferente o simplemente me senti plena con mi ser, me gusta muchisimo el blog, me encanta ver q hay gente como yo q aun lee y no se qeda con las pavadas q circundan hoy en los medios y q llenan a las ideas de muchos. gracias por el espacio, lo leo desde hace poco y ya me siento perteneciente!