El fin de semana pasado fui al campo con tres amigas. Me encanta el campo y voy desde que era chiquita, no me canso de alardear con eso de que sé andar a caballo desde los dos años, como si a alguien le importase.
Para disfrutar el campo te tiene que gustar, te tiene que gustar lastimarte las manos con los leños de la chimenea, saltar tranqueras y alambrados, bañarte con agua tibia y despertarte en medio de la noche con los ladridos de los perros que a veces son más fuertes que los truenos. Te tienen que gustar la tierra, los ñoquis de papa, los atardeceres, los ríos, el olor a la transpiración de caballo en la ropa.
Una de mis amigas no había ido mucho al campo durante su vida y las cosas al principio le costaron bastante: tenía frío, quería comer ensalada, tomar Coca, ver Direct tv. El resto de nosotras, en el otro extremo, andábamos sucias todo el día, no parábamos de tomar vino y besábamos a los perros en la boca.
El sábado a la noche fuimos al bar del pueblo. En medio de una gran nube de humo había un grupo de hombres que jugaban al truco y otro que le hacía de platea. Debo reconocer que fue un poco intimidante la forma en la que todos se quedaron mirándonos cuando abrimos la puerta, tardaron en aceptar que éramos mujeres reales.
Mi amiga la citadina, muerta de miedo, improvisó una escena acerca de que nos iban a venir a buscar "los chicos", miraba alrededor y se puso muy nerviosa cuando con su comedia berreta nos tentó a todas hasta las lágrimas. Muy a su pesar y respondiendo a jocosos holas, caminamos erguidas hacia el fondo, pedimos cerveza y varias fichas de metegol.
Empezó el partido y con las primeras pelotas fuimos entrando en calor mientras la cerveza desapareció y aparecieron dos más y no habíamos comido nada y llegamos a la revancha y ayyyyy gol y muchos gritos que a los hombres parecían gustarles, les hacía falta el contrapunto musical después de tantos sábados de graves quierovalecuatros.
No queríamos parar de jugar hasta que nos dimos cuenta de que estábamos drogadas de metegol, humo y cerveza. Teníamos todas la manos llenas de grasa y nos dolía la espalda. Todavía sobreexcitadas como niñas, pagamos y nos abrigamos. Antes de salir, los hombres nos gritaron chau y otras cosas entre las que se distinguió un la próxima las desafiamos nosotros al metegol.
Saludamos con sonrisas y manos, todas menos mi amiga la pacata que, ya con un pie afuera y en un impulso, reculó embaladísima empujándome de nuevo hacia adentro con ella. Tenía toda la cara negra de grasa, un gorro de lana medio mal puesto y los ojos desencajados de alegría. Tremendo grito agudo, no me lo olvido más: ¡Y nosotras al truco!
Desde afuera escuchamos la varonil carcajada mientras nos tambaleamos hasta el auto. El cielo estaba lleno de estrellas y los grillos reemplazaron a los molinetes. En el camino de vuelta miré a mi amiga, en el asiento de atrás parecía un nene pintado con corcho para el acto del colegio. Le dije que tenía la cara negra pero no le importó. Miraba pasar la noche por la ventana, una sonrisa se le había quedado pegada, y ahí permaneció hasta que volvimos a Buenos Aires.
8 comentarios:
jaaaa, muy divertida la anécdota María!
También creo que sería realmente divertido leer esta experiencia de fin de semana, narrada por tu amiga desde su punto de vista!!
un beso!
Lau
Conozco perfectamente esas excursiones ya que desde muy chico he ido habitualmente a las sierras, y entrado en bares perdidos, ya sea con mi padre o con amigos. La sensación de ser el sapo de otro poso, remarla para lograr aceptación, volver con alguna cerveza de más siempre en medio de las sierras cordobesas.
Tengo muy buenos momentos atesorados en esas circunstancias
Me gusta mucho tu blog
Jorge
Lau, sería divertidísimo, pero dudo que lo haga...
Gracias Jorge.
Que geniales que son esos momentos, que terminas guardando en tús recuerdos como una de las joyas de la abuela,no?
Muy gracioso María, es verdad trata de convencerlas!!
beso grande.
Vero
jajaja! Me encantó este post!
Me gusta mucho mucho como escribis, Maria.
Un beso
Lindo, como siempre muy lindo lo que escribìs Marìa.
Un dato: a los que parados o sentados alrededor de la mesa, miran a los que juegan al truco y comentan, se los llama "Patos".
ML
Gracias Vero y Colo.
Lau, estoy tratando de convencer a mi amiga, pero es muuuy vaga.
ML, entonces en ese bar sólo había unos hombres jugando al truco y un grupo de "patos". Gracias!
Ojalá la convenzas!!
Decile que tiene un público esperando..jaaaaa
Lau
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