miércoles, 1 de octubre de 2008

Aguantar el mal rato.

Creo en la metamorfosis de los sentimientos. A veces un mismo problema pasa de ser un detalle a ser una catástrofe taladrante sin ninguna explicación lógica. Como un personaje secundario que se come la película.

Cuando un problema sobreactúa y me consume gratuitamente prefiero no intentar defenderme. Es inútil, cualquier cosa que haga bajo sus influencias puede llegar a empeorarlo todo. Tengo que dejarlo ser y resistir, aguantar como cuando me duele mucho la panza y ya tomé el remedio. O como cuando me sobrevuela una avispa enorme y viene a plantarse justo en mi cabeza. 

Igual que al problema en cuestión, desearía matar a ese insecto de un golpe con todas mis fuerzas, provocar un terremoto corporal que lo ahuyente despavorido o pedirle a otra persona que por favor me lo saque de encima. 

Pero sé que lo mejor es respirar bien hondo y tratar de moverme lo menos posible, calladita parecer una estatua y dejar que esa cosa oscura amenazante haga lo suyo, que recorra mi cabeza y todo mi cuerpo si quiere, que se tome su tiempo hasta que se canse o se aburra y por fin, me deje tranquila. 

Recién ahí, cuando el dilema vuelve a ser un extra cualquiera, cuando el bicho se aleja y ya no escucho ni el zumbido, como un rehén liberado, puedo empezar a moverme lentamente. De a poco vuelvo a compartir con los otros, a disfrutar el aire que entra por la ventana y a reírme a carcajadas.

1 comentario:

Nicolas Manservigi dijo...

Ojala yo pudiera hacer eso...