miércoles, 1 de agosto de 2012

Octave Parango a un cura, sobre la búsqueda:

Le aseguro que la mayoría de los ateos con los que tropiezo tienen la misma preocupación que sus ovejas recién liberadas: evitar reflexionar. Es un trabajo a tiempo completo huir de las preguntas molestas (¿Soy feliz, soy una mierda, estoy enamorado? ¿Soy un muerto viviente abandonado en una tierra árida? ¿Tengo una razón para vivir y pagar tantos impuestos? ¿Qué hay que hacer para seguir siendo viril en un mundo matriarcal? ¿Por quién vamos a sustituir a Dios esta vez: una webcam, un martinete o un perro faldero?). Para amueblar su soledad y engañar al silencio, los descreídos compran coches a crédito o descargan canciones, soplan alcohol desde la comida, toman excitantes por la mañana y somníferos por la noche (a veces a la inversa), hacen desfilar nombres en el móvil, dicen “te quiero” sucesivamente en varios buzones, se abonan a todas las cadenas por cable para adultos, llenan su agenda de citas que anulan en el último minuto por temor a no ser capaces de hablar en público sin deshacerse en lágrimas, van por la calle leyendo sms sin mirar a su alrededor (y así se encuentran la mierda de labrador en la suela del zapato derecho), se masturban leyendo Playboy o In Style, lanzan un grito de alegría cuando el capitán del equipo de fútbol asesta un cabezazo a un jugador del equipo contrario, atraviesan centros comerciales subterráneos que parecen parques temáticos pasando por encima de los mendigos tendidos en el suelo, se pelean por tener la consola de juegos Nintendo Wii antes que el vecino, llaman al alba a SOS Médicos para oír una voz humana, se compran el estuche de la segunda temporada de “A dos metros bajo tierra” en DVD, que quedará sellado con celofán porque prefieren tocarse delante de dibujos animados sadomasoquistas y el resto del tiempo corren en sentido inverso sobre una cinta rodante para olvidar que la capa de ozono se reduce de hora en hora. La industria del hedonismo prevé una cantidad aterradora de distracciones para ocuparse de nuestro ánimo. Pero ¿no será más bien para impedir que las usemos? No es una novedad (hace mucho tiempo que Platón y Pascal señalaron que el ser humano huye de la realidad), pero el fenómeno se ha acelerado. El hombre sólo tiene una idea: cambiar las que tiene. En el placer huye de algo, pero a mi entender huir es como buscar al revés. ¿Qué buscamos, entonces? ¿El amor, cree usted? Oh, piedad, ahórreme su rollo de ortodoxo poscomunista. ¿Dios? Otra utopía. Soñamos un sueño. Lo que quiere decir que dormimos de pie, como usted escuchándome.
(Fragmento de “Socorro, perdón”, de Frédéric Beigbeder)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me muero por saber lo que le dijo el cura. Espero que haya hecho un buen trabajo.